No tengo mucho que pensar, es cuestión de
tirarse a la piscina sin agua o quedarme junto al trampolín sin hacer nada. Así
lo veo yo.
Cuando estás sentada ante la pantalla de cine
parece tan sencillo decidir sobre lo que le pasa a otros, pero ahora… ¿Qué debo
hacer? López está sentado en el suelo, me mira de vez en cuando pero luego
vuelve a posar la vista en el infinito, en las montañas y en los pinos que se
pierden en la lejanía. Supongo que espera mi decisión. Soy incapaz de pensar
que ahí dentro está mi hermano, o los restos de su esencia, sus recuerdos, su
personalidad divertida y su amor infinito. Mi lindo pulgoso es más agresivo de
lo que nunca fue él, jamás se enfrentó con nadie ni se enfadaba por nada, no
era tozudo ni cabezota como aquí mi primo. Ja, ja, ja… me encanta acariciar sus
orejas y ver como entorna la cabeza y cierra los ojos al contacto de mi mano. Y
si fuera él ¿qué haré ahora? Se ha vuelto vulnerable y dependiente de mí. Solo de
pensar esto me entra vértigo. No podré dejar de vigilarlo para que este seguro
y protegido. ¡Dios! La figura del hermano pequeño es cómoda, dejarse cuidar y
proteger, saber que alguien te cubre las espaldas, ¿y ahora?
Siento la presión en la nuca, no quiero
volverme, estará Mike y los lobos esperando mi veredicto. No sé qué debo hacer.
Todo esto es una locura. He mirado por encima de mi hombro y he visto siete
lobos, uno de ellos de menor tamaña, he pensado en Orfibia, no puedo decir
porqué. Me he girado y los he observado con detenimiento, quizá si los miro recuerde algo, recupere esas
personalidades de las que habla Mike y sepa qué hacer.
Podría ponerles nombres a todos ellos, después
de unos minutos de observación me doy cuenta que hay rasgos en los lobos que me
recuerdan a las personas. Alfa, negro y poderoso, fiero y letal en mirada;
Beta, blanco y delicado, socarrón en su gesto pero no agresivo; Zeta, con su
pelaje rojizo y su divertida postura, le he visto tres veces arroscándose tras
las orejas con fuerza, como si tuviese pulgas; Gamma, gris y aburrido, cansado
de esperar e impaciente por algo; Delta, su pelaje es oscuro pero no llega al
negro, tiene la posé de líder pero no la agresividad de la que hace gala Alfa;
Mike, canoso como su melena a pesar de su juventud, respira sabiduría y
paciencia; y por último Orfibia, separada del grupo pero cerca, y hermosa,
hasta de loba es increíblemente sexy, con sus largas pestañas y esa pose
seductora.
No puedo evitarlo y rompo a llorar, si son
ellos, me siento responsables, son personas en cuerpos de lobos y les veo
vulnerables, cualquier loco puede dispararles para exhibirles como trofeos;
pueden ser atropellados o caer en trampas y morir de hambre; envenenados o
quemados en un monte en llamas. ¡¡¡Aaaaah!!! Grito a pleno pulmón liberando esa
presión que nace en mí; angustia y desesperación, uno de ellos es mi hermano.
Miro a López.
-¿Qué clase de existencia es esta? ¿Cómo
pudiste desear ser un lobo? ¿No pensaste en mí, en lo sola que me dejabas, en
lo frágil que te volvías? Tú eres mi hogar, mi refugio.- abracé a mi pulgoso
que se dejó achuchar y lloré, lloré.- Es egoísmo puro, me gustaba mi papel de
hermana pequeña y ahora en qué me queréis convertir.
Cuando me incorporé los lobos estaban a
escasos metros de mí. Mirándome. Extendí la mano para acariciar a Mike pero me
dio miedo, una extraña sensación de déjà vu hizo que encogiese los dedos en un
puño cerrado y retirase la mano hasta colocarla sobre mi pecho, abrazando con
la otra mi muñeca. Un escalofrío recorrió mi espalda y un viento frío rozó mi
cara sonrojada por la turbación de asimilar una idea fantástica y chiflada, lo intentaría
pero escuchando esa vocecilla que me hablaba en mi cabeza.
-No sé si me comprendéis pero intentaré
ayudaros, voy a abrir la mente y acatar esta historia como veraz. Asumo que
sois más que lobos, y más que los panolis de los amigos de Mike pero… y debéis
respetar mi “pero”… necesito mi propio ritmo, no me engañéis ni intentéis tergiversar
la realidad. –me disponía a irme cuando me di cuenta que tendrían que volver a
su apariencia humana.- Por cierto, ¿os vais a transformar retorciéndoos, entre
alaridos de dolor y de rabia cuando vuestros huesos se fracturen y se encojan
vuestros músculos? ¿Aullareis extendiendo vuestras extremidades y enderezando
vuestra columna, hasta que llegue el grito humano que da paso a la total
liberación del animal?
Estaba claro que me entendían perfectamente,
Alga me mostró sus dientes, incluso babeó; por el contrario Zeta y Beta emitieron
un sonido que era claramente una carcajada lobuna; Gamma se fue aburrido y Mike
sacudió la cabeza pidiendo paciencia. Alfa gruñó y todos le siguieron monte
arriba.
-Prefieren la intimidad. Lo comprendo.
Supongo que estarán desnudos…- caminé hacía la casa mientras iba hablando para
mí, aunque López me escuchaba atentamente.- Tendrán la ropa oculta en alguna
piedra. Sí, eso es. Soy la Blanca Nieves de los siete enanitos en versión moderna,
“Adelis y los siete lobos”. No he leído el libro que me dejó Mike porque ya lo
hice hace mucho tiempo. Unas vacaciones que vinisteis a Valladolid, rebusqué
entre vuestras cosas, no quería encontrar nada en particular, era solo la
adrenalina que sentí al husmear en vuestra maleta y poder ser pillada por mamá.
- pensé en ella.- ¿Sabes? No encuentro nada que delata a nuestra madre, nada
que me haga ver que no lo era. He crecido sintiéndome amada.
López paró su paso y se sentó. Tenía una
inquietud.
-No me preocupa no saber quién soy en
realidad, o quién eran mis padres o de dónde me sacó nuestra madre. Por ahora
no pienso en eso. En un principio recordé todos los momentos vividos con ella
buscando una mirada, gesto o palabra que demostrase que yo no era su hija… y no
lo he encontrado.-acaricié la cabeza de mi gran pulgoso, ahora que daba por
hecho que mi hermano estaba allí dentro, no creo que estuviera muy bien visto
que le llamase “pulgoso”. Después de dos minutos pensando, creo que los motes
cariñosos no van a cambiar. Miré varias veces hacía atrás por si aparecían Mike
y sus amigos pero el tiempo se dilataba y no daban señales de vida.- Damos un
paseo y te cuento un cuento sacado de la librería de Mike.-parece que estaba conforme
pues su paso se volvió lento y su cabeza la dejó caer hacia abajo buscando la
relajación .- Era sé una vez una preciosa muchacha llamada María Sophia
Margaretha Catharina von Erthal, hija del príncipe Philipp y de María Eva, su
castillo es hoy un precioso museo y en una de sus salas podemos ver el fabuloso
espejo de nuestra historia. El espejo tiene la curiosidad de repetir cada palabra
del que mira su reflejo en él. El espejo fue un regalo del príncipe a su
segunda mujer, y madrastra de nuestra protagonista. La madrastra no era tan
mala como la pinta el cuento pero si era cierto que beneficiaba a sus
verdaderos hijos, además nuestra Blancanieves particular, era ciega por una enfermedad
en su infancia, varicela creo recordar. Se la describe como una joven bondadosa
y caritativa. Maria Sophia se enamoró del príncipe Felipe II de España, pero
cuentan que su padre, el Rey Carlos V, no autorizó el enlace porque esta joven
no convenía a la política y para quitársela de encima enveneno todos los
frutales por donde solía pasear, otros dicen que fue la guardia del Rey quien
la asesinó. Lo que sí es cierto es que nada tuvo que ver la madrastra en su
muerte. Y te preguntarás, ¿dónde están los enanitos? La joven Sophia era muy
querida por su pueblo porque demostraba ternura con los niños que trabajaban en
la mina, estos niños vestían con largos abrigos y gorros puntiagudos y por su
duro trabajo bajo tierra, envejecían prematuramente dándoles una apariencia de
ancianos enanitos. Podemos empezar a
narrar nuestro propio cuento, la historia de una chica que no tenía origen y
sus siete lobos feroces.
No estoy dispuesta a ponerme a
escribir un diario, dejé olvidado mis relatos en el facebook cuando mi vida se
complicó. Dejaré que sean otros los que narren mis aventuras y desventuras.