Llevo lo que me parecen días despertando sin
abrir los ojos y cayendo de nuevo en un estado semiinconsciente. Escucho voces
que discuten cerca de mí, pero no me concentro en lo que dicen, no sé si porque
no puedo o porque no quiero, la cosa es que les oigo hablar y pasear a mí
alrededor y luego me dejan de nuevo sola. Abren la ventana y ventilan la
habitación, me mueven sobre la cama y me dan de beber, siento sus manos sobre
mi cuerpo y sus caricias sobre mi mejilla pero no tengo fuerzas para salir de
este sueño pesado. Es un estado de duerme vela que me relaja. No pienso en lo
último que me sucedió ni en intentar buscar una lógica a ese cumulo de
vivencias que me invadieron al tocar a Alfa y Delta, sinceramente no tengo
interés alguno en averiguar nada. Soy como el móvil que recarga la pila apagado
con alguna de sus funciones alerta. No busco más que descansar. Salgo y entro
de este estado sin pretenderlo. Siento la presencia de alguien que me observa y
desde hace unos días un peso sobre mis piernas, reconocería esa experiencia
entre cualquier otra, es López durmiendo a mi vera.
No sé si es de día o de noche pero creo que
el último rayo de sol desapareció por el horizonte hace muchas horas. El peso
de mis piernas ha desaparecido. Escuché pasos en la habitación y sentí a López
desperezarse y salir de la cama dando un salto, revote durante unos segundos y
me gusto ese balanceo. Y desde entonces
no me he vuelto a sumir en un sueño sin imágenes ni pesadillas, un sueño vacio
en el que llevo anclada tiempo, sin precisar cuánto pero es mucho, por el dolor
de espalda que tengo por mantener una posición fija.
He abierto un ojo sin mucha seguridad y mi
sorpresa ha sido cuando lo que pensaba que era mi habitación, es un lugar
totalmente desconocido. Me incorporo con cuidado y miro a mí alrededor. No
reconozco el sitio. Es una habitación fría donde crepita una chimenea con
grandes leños que parecen no desprender calor. Estoy en una cama con dosel, con
una gruesa estructura de madera oscura y un cabecero del mismo color con tallas
de lobos en una pradera iluminada por
una luna llena. Las cortinas son de terciopelo rojo a juego con la colcha que
cubre mis piernas. Dos enormes mesillas de madera con lámparas de aceite y dos
sillones ante la chimenea son todo el mobiliario de una habitación sacada de un
castillo de la Edad Media. Por qué digo castillo, porque las paredes son de
piedras enormes cortadas en perfectos rectángulos y la puerta es de madera con
enormes bisagras negras.
Me quito todo el ropaje de cama que cubre mi
cuerpo, son como cinco mantas sin contar la sabana ni la colcha edredón. Me
echo sobre los hombros una manta que está perfectamente doblada en uno de los
sillones de la chimenea y me aventuro a salir por la puerta.
No hay nadie por el pasillo ni se escuchan
voces en lo que es sin ninguna duda un viejo castillo. El frío penetra por mis
calcetines de lana y me hacen tiritar o quizá sea el miedo, no lo sé, estoy en
un momento Nirvana después de salir de un sueño de varios días.
Por el pasillo hay armaduras de hierro y
lanzas colocadas junto a las vigas que sujetan una bóveda de madera tallada en
cuadraditos uno dentro de otros, dando un aspecto al techo de profundo e
inalcanzable. Cada pocos metros una puerta a ambos lados del pasillo, en una
simetría perfecta, pero todas cerradas y no parece haber nadie dentro. Al
principio pegaba la oreja pero luego ante silencio tan sepulcral he decidido
avanzar sin demorarme en escuchar el eco de mis propios pasos. Al final del
pasillo se abría el espacio en un enorme círculo, sobre mi cabeza una cúpula de
cristal por donde entraban los rayos de la luna que comienza a perder gajos.
Una gran escalera baja hacía un espacio donde se podría celebrar un inmenso
baile de mascaras. Mi pasillo continuaba recto por el corredor pero era una
copia a por donde había venido, y colocado en extremos opuestos pero
simétricos, se veían otros dos pasillos idénticos. He escuchado pisadas y voces
que se acercaban por la parte de abajo y me he ocultado tras la barandilla de
madera gruesa con grandes columnas talladas con complicadas hojas. Han cruzado
por el enorme círculo y se han perdido por un pasillo, oí una puertas abrirse y
luego un murmullo de voces que discutían. Seguidamente el silencio.
He bajado dos peldaños con el trasero pegado
a la moqueta de color rojo que cubre los escalones; despacio, escuchando cada
ruido que llega a mis oídos con detenimiento, la mayoría son los quejidos de
este castillo viejo y frío; me castañean los dientes y se me están amoratando
los labios, lo sé porque no los siento desde hace unos minutos. Con cada sonido
que capto, me oculto tras las columnas de madera y me agacho todo lo que puedo.
Una
puerta se abre en el piso inferior y una ráfaga de viento helado asciende por
la escalera, me escondo y cubro todo el cuerpo menos los ojos con la manta,
como si tal acción me hiciera invisible. Unos chicos algo menores que yo,
entran saltando y golpeando la mano en el aire, van con pantalón corto y sin
camiseta, lo verdaderamente llamativo son sus pies descalzos, sin zapatillas ni
calcetines. Desaparecen por donde lo hizo el anterior. Nuevas voces, son risas
y bromas de un nuevo grupo que sigue al otro. Bajo despacio dos peldaños más
para tener una visual de la puerta que todos abren para desvanecerse por ella.
Sigue entrando gente y sigue llegando un viento gélido hasta donde me oculto. Ya
veo la puerta por la que todos penetran.
Llegan unas voces conocidas hasta mí. Son los
amigos de Mike que siguen discutiendo sobre quien llego antes o quien hizo
trampas, se pelean entre bromas y risas. Pero estos se quedan en el medio del circulo
esperando a Alfa que viene hablando con Delta, parece una conversación profunda
e importante por el semblante serio de los dos, pero tampoco es una novedad que
Alfa tenga el rostro petrificado en un ictus serio e insensible. Tras ellos
llegan Orfibia y la chica que siempre acompaña a Delta, parecen conocerse bien
y se ve cierta confianza entre ellas. No avanzan se quedan en el centro justo
dónde la luna proyecta su reflejo. Todos se giran y esperan a alguien que entra
en ese preciso instante por la puerta, aguardan su llegada con respeto y yo en
lo alto de la escalera me inclino por los barrotes para ver quién entra. Son
voces que hablan en susurro con miedo a despertar a un durmiente. Junto a estas
voces se escuchan las pisadas de unas pezuñas sobre el suelo de mármol que
cubre todo el círculo dibujando un enorme tablero de ajedrez. Es Mike que lleva
de su correa a López, pero no habla a mi lindo pulgoso, habla con una joven que
camina a su lado acariciando la cabeza de mi enorme perro. No es necesario que
se gire, no es necesario verle la cara para reconocer esa larga melena negra
que llega hasta la cintura, esa delgadez extrema y esa elegancia de
movimientos. Me cubro la boca con mi mano fría y ahogo el dolor que me produce
ver caminar a Sara en compañía no solo de Mike sino de todos sus amigos como si
tal cosa. Se cierra la puerta y escucho las pisadas delicadas de los
inconfundibles tacones de mujer que entran en mi campo de visión. Son el resto
de mis amigas, todas y cada una de ellas. Y entonces Paula se abraza al cuello
de Zeta que parece divertido ante un comentario que ella le hace pero yo no
escucho. Daniela tienda a Gamma una llave que él besa y se la guarda en el
bolsillo. No hay duda de que se conocen y no de hace tres días, sino de muchos
años, hay una complicidad en sus gestos, la misma que tengo yo con ellas.
Caminan hacía la puerta pero López se mueve incomodo, tira hacía las escaleras.
-¿Quieres estar junto a Adelis?- pregunta a
López que le dedica una profunda mirada de asentimiento.- Pues no se hable más.
Chicos espérenme dentro que ahora mismo les alcanzo.
-¿Quieres que le suba yo?- pregunta Delta,
mal disimulando su ansiedad por fastidiar a Alfa que le dedicó una mirada
asesina. Mike le tiende la correa pero Alfa se interpone entre ellos con un gesto
de hastío.
-Somos una manada, Alfa, y todo estamos aquí
por lo mismo. –sermonea Mike mientras mantenían un duelo de miradas que
evidentemente gana Mike cuando Alfa se retira para que Delta pueda coger la
correa. Una sonrisa de triunfo se dibuja en los labios de éste cuando emprende
el ascenso por la escalera sin dejar de mirar a Alfa.
Llega el momento de arrástrame por las
escaleras y regresar a mi cuarto y seguir fingiendo que sigo comatosa hasta que
averigüe que puñetas hacen mis amigas en compañía de todos estos tarados y
dónde me encuentro.
Me meto en la cama y me cubro justo en el
instante que se abre la puerta y López entra a la carrera saltando sobre la
cama y haciéndome revotar cual pelota de goma. No puedo evitar emitir un
quejido cuando me pisotea un poco el muslo derecho. Delta entra y se aproxima a
mi cama, mi respiración es acelerada y mis mejillas están sonrosadas, el calor
que tengo en la cara es imposible de ocultar pero yo mantengo los ojos
apretados y finjo seguir dormida. Mi plan de simular que sigo soñando como la
Bella Durmiente no cuela. También López parece saber que he salido de mi
inconsciencia porque me lame la cara y las orejas como un poseso, hasta que la
sangre se acumula en ellas y siento el corazón que va a estallar; recrimino su
comportamiento con un ligero gruñido. Él gira la cabeza a un lado y otro. Delta
observa todo esto apoyado en el dosel de la cama.
-¿Cuándo has despertado Caperucita?-pregunta.
-Hace unos minutos, o segundos mejor dicho.-
giro la cabeza y le miro fijamente. Las llamas de la chimenea se reflejan en su
rostro, es verdaderamente guapo a pesar de su mirada socarrona y su gesto de
canalla, pero no tanto como Alfa.- ¿Dónde estoy?
-En una vieja propiedad de la familia de Mike.-silencio.
-¿Qué me ha sucedido?- encoge los hombros
como respuesta. Después caigo en la cuenta que estamos en una propiedad de
Mike.- ¿Qué haces tú aquí?
-Tú dijiste que teníamos que juntarnos. Tengo
que decirle a todo el mundo que has despertado.- recordaba haber escuchado esas
palabras salir de mi boca pero no las había pronunciado yo y tampoco entendía
por qué las había dicho ni cuál era el alcance de tan interesante reunión.
-¿Quién es todo el mundo?-pregunto
maliciosamente.
-Alfa, Beta, Zeta, Gamma,… todo el mundo. –
no sé sino revela la presencia de Mike y mis amigas porque los incluye en “todo
el mundo” como si yo tuviera que darme por enterada, o me lo oculta
deliberadamente. Se dispone a salir de la habitación cuando se gira.- ¿Sabes
quién eres?
-Ja, ja, ja…- me rio ante la pregunta,
supongo que espera que este estado comatoso me haya dejado lagunas en la
cabeza.- Soy Adelis González, bueno Osorio, pero no me gusta este apellido.
Parece que mi respuesta no era la esperada
porque creo ver en sus ojos un destello de abatimiento antes de dejarme sola
con López que recoloca la ropa de cama bajo sus enormes patazas. Hasta que no
me digan lo que buscan o necesitan de mí, no podré decirles que no soy la
persona idónea.