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Capítulo 28




Llevo lo que me parecen días despertando sin abrir los ojos y cayendo de nuevo en un estado semiinconsciente. Escucho voces que discuten cerca de mí, pero no me concentro en lo que dicen, no sé si porque no puedo o porque no quiero, la cosa es que les oigo hablar y pasear a mí alrededor y luego me dejan de nuevo sola. Abren la ventana y ventilan la habitación, me mueven sobre la cama y me dan de beber, siento sus manos sobre mi cuerpo y sus caricias sobre mi mejilla pero no tengo fuerzas para salir de este sueño pesado. Es un estado de duerme vela que me relaja. No pienso en lo último que me sucedió ni en intentar buscar una lógica a ese cumulo de vivencias que me invadieron al tocar a Alfa y Delta, sinceramente no tengo interés alguno en averiguar nada. Soy como el móvil que recarga la pila apagado con alguna de sus funciones alerta. No busco más que descansar. Salgo y entro de este estado sin pretenderlo. Siento la presencia de alguien que me observa y desde hace unos días un peso sobre mis piernas, reconocería esa experiencia entre cualquier otra, es López durmiendo a mi vera.
No sé si es de día o de noche pero creo que el último rayo de sol desapareció por el horizonte hace muchas horas. El peso de mis piernas ha desaparecido. Escuché pasos en la habitación y sentí a López desperezarse y salir de la cama dando un salto, revote durante unos segundos y me gusto ese balanceo.  Y desde entonces no me he vuelto a sumir en un sueño sin imágenes ni pesadillas, un sueño vacio en el que llevo anclada tiempo, sin precisar cuánto pero es mucho, por el dolor de espalda que tengo por mantener una posición fija.
He abierto un ojo sin mucha seguridad y mi sorpresa ha sido cuando lo que pensaba que era mi habitación, es un lugar totalmente desconocido. Me incorporo con cuidado y miro a mí alrededor. No reconozco el sitio. Es una habitación fría donde crepita una chimenea con grandes leños que parecen no desprender calor. Estoy en una cama con dosel, con una gruesa estructura de madera oscura y un cabecero del mismo color con tallas de lobos en  una pradera iluminada por una luna llena. Las cortinas son de terciopelo rojo a juego con la colcha que cubre mis piernas. Dos enormes mesillas de madera con lámparas de aceite y dos sillones ante la chimenea son todo el mobiliario de una habitación sacada de un castillo de la Edad Media. Por qué digo castillo, porque las paredes son de piedras enormes cortadas en perfectos rectángulos y la puerta es de madera con enormes bisagras negras.
Me quito todo el ropaje de cama que cubre mi cuerpo, son como cinco mantas sin contar la sabana ni la colcha edredón. Me echo sobre los hombros una manta que está perfectamente doblada en uno de los sillones de la chimenea y me aventuro a salir por la puerta.
No hay nadie por el pasillo ni se escuchan voces en lo que es sin ninguna duda un viejo castillo. El frío penetra por mis calcetines de lana y me hacen tiritar o quizá sea el miedo, no lo sé, estoy en un momento Nirvana después de salir de un sueño de varios días.
Por el pasillo hay armaduras de hierro y lanzas colocadas junto a las vigas que sujetan una bóveda de madera tallada en cuadraditos uno dentro de otros, dando un aspecto al techo de profundo e inalcanzable. Cada pocos metros una puerta a ambos lados del pasillo, en una simetría perfecta, pero todas cerradas y no parece haber nadie dentro. Al principio pegaba la oreja pero luego ante silencio tan sepulcral he decidido avanzar sin demorarme en escuchar el eco de mis propios pasos. Al final del pasillo se abría el espacio en un enorme círculo, sobre mi cabeza una cúpula de cristal por donde entraban los rayos de la luna que comienza a perder gajos. Una gran escalera baja hacía un espacio donde se podría celebrar un inmenso baile de mascaras. Mi pasillo continuaba recto por el corredor pero era una copia a por donde había venido, y colocado en extremos opuestos pero simétricos, se veían otros dos pasillos idénticos. He escuchado pisadas y voces que se acercaban por la parte de abajo y me he ocultado tras la barandilla de madera gruesa con grandes columnas talladas con complicadas hojas. Han cruzado por el enorme círculo y se han perdido por un pasillo, oí una puertas abrirse y luego un murmullo de voces que discutían. Seguidamente el silencio.
He bajado dos peldaños con el trasero pegado a la moqueta de color rojo que cubre los escalones; despacio, escuchando cada ruido que llega a mis oídos con detenimiento, la mayoría son los quejidos de este castillo viejo y frío; me castañean los dientes y se me están amoratando los labios, lo sé porque no los siento desde hace unos minutos. Con cada sonido que capto, me oculto tras las columnas de madera y me agacho todo lo que puedo.
 Una puerta se abre en el piso inferior y una ráfaga de viento helado asciende por la escalera, me escondo y cubro todo el cuerpo menos los ojos con la manta, como si tal acción me hiciera invisible. Unos chicos algo menores que yo, entran saltando y golpeando la mano en el aire, van con pantalón corto y sin camiseta, lo verdaderamente llamativo son sus pies descalzos, sin zapatillas ni calcetines. Desaparecen por donde lo hizo el anterior. Nuevas voces, son risas y bromas de un nuevo grupo que sigue al otro. Bajo despacio dos peldaños más para tener una visual de la puerta que todos abren para desvanecerse por ella. Sigue entrando gente y sigue llegando un viento gélido hasta donde me oculto. Ya veo la puerta por la que todos penetran.
Llegan unas voces conocidas hasta mí. Son los amigos de Mike que siguen discutiendo sobre quien llego antes o quien hizo trampas, se pelean entre bromas y risas. Pero estos se quedan en el medio del circulo esperando a Alfa que viene hablando con Delta, parece una conversación profunda e importante por el semblante serio de los dos, pero tampoco es una novedad que Alfa tenga el rostro petrificado en un ictus serio e insensible. Tras ellos llegan Orfibia y la chica que siempre acompaña a Delta, parecen conocerse bien y se ve cierta confianza entre ellas. No avanzan se quedan en el centro justo dónde la luna proyecta su reflejo. Todos se giran y esperan a alguien que entra en ese preciso instante por la puerta, aguardan su llegada con respeto y yo en lo alto de la escalera me inclino por los barrotes para ver quién entra. Son voces que hablan en susurro con miedo a despertar a un durmiente. Junto a estas voces se escuchan las pisadas de unas pezuñas sobre el suelo de mármol que cubre todo el círculo dibujando un enorme tablero de ajedrez. Es Mike que lleva de su correa a López, pero no habla a mi lindo pulgoso, habla con una joven que camina a su lado acariciando la cabeza de mi enorme perro. No es necesario que se gire, no es necesario verle la cara para reconocer esa larga melena negra que llega hasta la cintura, esa delgadez extrema y esa elegancia de movimientos. Me cubro la boca con mi mano fría y ahogo el dolor que me produce ver caminar a Sara en compañía no solo de Mike sino de todos sus amigos como si tal cosa. Se cierra la puerta y escucho las pisadas delicadas de los inconfundibles tacones de mujer que entran en mi campo de visión. Son el resto de mis amigas, todas y cada una de ellas. Y entonces Paula se abraza al cuello de Zeta que parece divertido ante un comentario que ella le hace pero yo no escucho. Daniela tienda a Gamma una llave que él besa y se la guarda en el bolsillo. No hay duda de que se conocen y no de hace tres días, sino de muchos años, hay una complicidad en sus gestos, la misma que tengo yo con ellas. Caminan hacía la puerta pero López se mueve incomodo, tira hacía las escaleras.
-¿Quieres estar junto a Adelis?- pregunta a López que le dedica una profunda mirada de asentimiento.- Pues no se hable más. Chicos espérenme dentro que ahora mismo les alcanzo.
-¿Quieres que le suba yo?- pregunta Delta, mal disimulando su ansiedad por fastidiar a Alfa que le dedicó una mirada asesina. Mike le tiende la correa pero Alfa se interpone entre ellos con un gesto de hastío.
-Somos una manada, Alfa, y todo estamos aquí por lo mismo. –sermonea Mike mientras mantenían un duelo de miradas que evidentemente gana Mike cuando Alfa se retira para que Delta pueda coger la correa. Una sonrisa de triunfo se dibuja en los labios de éste cuando emprende el ascenso por la escalera sin dejar de mirar a Alfa.
Llega el momento de arrástrame por las escaleras y regresar a mi cuarto y seguir fingiendo que sigo comatosa hasta que averigüe que puñetas hacen mis amigas en compañía de todos estos tarados y dónde me encuentro.
Me meto en la cama y me cubro justo en el instante que se abre la puerta y López entra a la carrera saltando sobre la cama y haciéndome revotar cual pelota de goma. No puedo evitar emitir un quejido cuando me pisotea un poco el muslo derecho. Delta entra y se aproxima a mi cama, mi respiración es acelerada y mis mejillas están sonrosadas, el calor que tengo en la cara es imposible de ocultar pero yo mantengo los ojos apretados y finjo seguir dormida. Mi plan de simular que sigo soñando como la Bella Durmiente no cuela. También López parece saber que he salido de mi inconsciencia porque me lame la cara y las orejas como un poseso, hasta que la sangre se acumula en ellas y siento el corazón que va a estallar; recrimino su comportamiento con un ligero gruñido. Él gira la cabeza a un lado y otro. Delta observa todo esto apoyado en el dosel de la cama.
-¿Cuándo has despertado Caperucita?-pregunta.
-Hace unos minutos, o segundos mejor dicho.- giro la cabeza y le miro fijamente. Las llamas de la chimenea se reflejan en su rostro, es verdaderamente guapo a pesar de su mirada socarrona y su gesto de canalla, pero no tanto como Alfa.- ¿Dónde estoy?
-En una vieja propiedad de la familia de Mike.-silencio.
-¿Qué me ha sucedido?- encoge los hombros como respuesta. Después caigo en la cuenta que estamos en una propiedad de Mike.- ¿Qué haces tú aquí?
-Tú dijiste que teníamos que juntarnos. Tengo que decirle a todo el mundo que has despertado.- recordaba haber escuchado esas palabras salir de mi boca pero no las había pronunciado yo y tampoco entendía por qué las había dicho ni cuál era el alcance de tan interesante reunión.
-¿Quién es todo el mundo?-pregunto maliciosamente.
-Alfa, Beta, Zeta, Gamma,… todo el mundo. – no sé sino revela la presencia de Mike y mis amigas porque los incluye en “todo el mundo” como si yo tuviera que darme por enterada, o me lo oculta deliberadamente. Se dispone a salir de la habitación cuando se gira.- ¿Sabes quién eres?
-Ja, ja, ja…- me rio ante la pregunta, supongo que espera que este estado comatoso me haya dejado lagunas en la cabeza.- Soy Adelis González, bueno Osorio, pero no me gusta este apellido.
Parece que mi respuesta no era la esperada porque creo ver en sus ojos un destello de abatimiento antes de dejarme sola con López que recoloca la ropa de cama bajo sus enormes patazas. Hasta que no me digan lo que buscan o necesitan de mí, no podré decirles que no soy la persona idónea.

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