-Vengo en
son de paz- me dice Zeta cuando miro por la mirilla. Abro y le dejo
pasar. Trae un regalo en la mano y no entiendo a que viene esa muestra de
camarería.- Me ha dicho un pajarito que estás enfada porque me llevé a López
sin avisar.
-No fue el hecho en sí.-cojo el paquete que
me tiende y lo desenvuelvo. Es una caja de After Eight, es un vicio lo que
tengo con este chocolate negro con crema de menta.- ¿Cómo lo sabes?
-Tu hermano compraba cajas cuando iba a
verte.- sonrió con ternura, era cierto.
-Quieres tomar algo, me siento sin López algo
sola.
-Una coca cola.- y pasa al salón, se dirige
al sofá que lo tengo con los documentos que me prestó Macqueen, mientras voy a
por su refresco.
-No dudes en apartarlos.- tiene un puñado en
la mano y los observa con curiosidad. Me acercó le entrego la coca cola y
retiro todo del sofá devolviéndolo a su caja que descansa sobre la mesa del
comedor.
-¿Qué encuentras de beneficio en esa lectura?-
ninguno de ellos ve con buenos ojos sus leyendas, no me lo dicen abiertamente
pero hay cierto resquemor cuando hablan de mi caja de cartón.
-Me evade. De la lectura busco eso,
entretenimiento, que me haga olvidar por unos minutos mi entorno. –tengo dos
chocolatinas en la boca. Zeta se ríe al ver mi apuro por hablar con la boca
llena.- Lo siento, no puedo evitarlo, me encantan y no tengo moderación.
¿Quieres una?
-Son todas para ti. Gracias.- me tiende la
caja de chocolatinas que he dejado sobre la mesa de centro.- Por mí no te
reprimas, come hasta que estés saciada.
-Mi hermano nunca consiguió tal cosa, y llego
a llevarme cinco cajas.
-¿Qué leías tan absorta que he llamado hasta
tres veces?-daba pequeños sorbos mientras esperaba expectante que sucediera
algo, no adivino el qué, pero se le notaba tenso.
-Nada de esa caja que tanto os inquieta. Os
tenía que preocupar mucho más la lectura de Mike que es en lo que mataba el
tiempo. –Zeta enarcó una ceja. Me siento después de mucho dudar delante de él
sobre la mesa de madera y cristal.
-Mike siempre ha hecho cosas raras, no me
extraña que su lectura no sea muy recomendable. Sorpréndeme.-se recuesta en el
sofá.
-Leía la verdadera historia de la Bella
Durmiente.- cogí el libro y se lo tendí pero solo mira el lomo y lo deja sobre
el reposabrazos, no le importa lo más mínimo.- Se llama “Talía, Sol y Luna” de
Giambattista Basile. Cuanta la historia de una muchacha que ya nació con una
maldición sobre los hombros y a la edad de quince años se pincha un dedo con
una rueca, dejándose incrustada una pequeña astilla, cae dormida en un sueños
tan profundo que sus padres la dan por muerta y la abandonan en el castillo
dejándola sobre un lecho de piedra. Hasta aquí nada diferente a la preciosa
historia infantil que todos conocemos. Lo distinto y perturbador es que no hay
un príncipe azul que se enamora de ella,
sino un rey siniestro que la encuentra desvalida en su alcoba y no duda de
aprovecharse de ella a pesar de que la cree muerta.
-Necrofilia. Prosigue.- siento un mareo pero
continuo por el interés que demuestra Zeta.
-Exacto. La pobre Talía queda en cinta y
mientras el castillo continua cubriéndose de zarzas y maleza, ella prosigue con
su gestación y nueve meses después nace Sol y Luna. Los niños querían mamar
pero no llegaban y chuparon los dedos de la mano de su madre, en uno de ellos
se encontraba la astilla de la rueca y al quitárselo se despertó.
-¡Vaya papelón!- yo sonrió, pero pierdo el
hilo de mi historia.- Se despiertan y…
-Perdona, estoy algo mareada.- le digo
mientras me siento en el sofá.- La reina se entera de toda la historia y uno imagina que repudirá
al marido o algo por el estilo pero nuestra reina ordena atrapar a los niños y
manda que se los cocinen. El cocinero se apiada de las pobres criaturas y en su
lugar le sirve pollos. Al mismo tiempo la reina quiere quemar en la hoguera a
Talía pero el rey parece darse cuenta de lo horrible de todo y manda a la
hoguera a la reina…- bostezo, los parpados me pesan y no logro vocalizar correctamente,
mi boca está pastosa y no puedo más, me
dejo caer en el sofá con un hilo de consciencia muy leve.
Siento las manos de Zeta colocar mis piernas
en el sofá y cubrir mi cuerpo con una manta. Quiero decirle que estoy despierta
pero me pesa el cuerpo. Escucho como abre la puerta y oigo pisadas que se
acercan.
-¿Está dormida?- es Alfa.
-Sí, ha tardado en hacerle efecto el
narcótico.
-¿Pusiste suficiente dosis?- quiere saber
Beta mientras siento el contacto de unos dedos en mi mejilla.
-Dormirá toda la noche.- las voces se van
alejando como en un túnel, y voy cayendo en un sueño más pesado.
-Cierra puertas y ventanas, compruébalo si
hace falta tres veces, no cometamos ningún error. Después cierra la puerta
blindada y dale las llaves a Miguel, está esperando abajo y se irá en cinco
minutos.
-¿No hubiera sido mejor que se llevase con él
a la chica?- refunfuña Gamma como si hubiera propuesto lo mismo mil veces.
-¿Con qué escusa? Es testaruda como su
hermano y no puedo permitir que la maten, mi hermano no me lo perdonaría jamás.
–Alfa golpea algo con el pié que cae al suelo y se rompe.
-¿Crees qué es ella como dice Mike?- Beta
parece esperanzado con la respuesta.
-Es una Osorio, dudo que sea ella, es lo que
Mike nos hace creer para que estemos devanándonos los sesos para pasar estos
tres días con sus noches sin que ella termine descuartizada…- y sus palabras se
perdieron en el infinito. Yo me dormí profundamente sólo me alejé de mi salón.