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Capítulo 25




-Vengo en  son de paz- me dice Zeta cuando miro por la mirilla. Abro y le dejo pasar. Trae un regalo en la mano y no entiendo a que viene esa muestra de camarería.- Me ha dicho un pajarito que estás enfada porque me llevé a López sin avisar.
-No fue el hecho en sí.-cojo el paquete que me tiende y lo desenvuelvo. Es una caja de After Eight, es un vicio lo que tengo con este chocolate negro con crema de menta.- ¿Cómo lo sabes?
-Tu hermano compraba cajas cuando iba a verte.- sonrió con ternura, era cierto.
-Quieres tomar algo, me siento sin López algo sola.
-Una coca cola.- y pasa al salón, se dirige al sofá que lo tengo con los documentos que me prestó Macqueen, mientras voy a por su refresco.
-No dudes en apartarlos.- tiene un puñado en la mano y los observa con curiosidad. Me acercó le entrego la coca cola y retiro todo del sofá devolviéndolo a su caja que descansa sobre la mesa del comedor.
-¿Qué encuentras de beneficio en esa lectura?- ninguno de ellos ve con buenos ojos sus leyendas, no me lo dicen abiertamente pero hay cierto resquemor cuando hablan de mi caja de cartón.
-Me evade. De la lectura busco eso, entretenimiento, que me haga olvidar por unos minutos mi entorno. –tengo dos chocolatinas en la boca. Zeta se ríe al ver mi apuro por hablar con la boca llena.- Lo siento, no puedo evitarlo, me encantan y no tengo moderación. ¿Quieres una?
-Son todas para ti. Gracias.- me tiende la caja de chocolatinas que he dejado sobre la mesa de centro.- Por mí no te reprimas, come hasta que estés saciada.
-Mi hermano nunca consiguió tal cosa, y llego a llevarme cinco cajas.
-¿Qué leías tan absorta que he llamado hasta tres veces?-daba pequeños sorbos mientras esperaba expectante que sucediera algo, no adivino el qué, pero se le notaba tenso.
-Nada de esa caja que tanto os inquieta. Os tenía que preocupar mucho más la lectura de Mike que es en lo que mataba el tiempo. –Zeta enarcó una ceja. Me siento después de mucho dudar delante de él sobre la mesa de madera y cristal.
-Mike siempre ha hecho cosas raras, no me extraña que su lectura no sea muy recomendable. Sorpréndeme.-se recuesta en el sofá.
-Leía la verdadera historia de la Bella Durmiente.- cogí el libro y se lo tendí pero solo mira el lomo y lo deja sobre el reposabrazos, no le importa lo más mínimo.- Se llama “Talía, Sol y Luna” de Giambattista Basile. Cuanta la historia de una muchacha que ya nació con una maldición sobre los hombros y a la edad de quince años se pincha un dedo con una rueca, dejándose incrustada una pequeña astilla, cae dormida en un sueños tan profundo que sus padres la dan por muerta y la abandonan en el castillo dejándola sobre un lecho de piedra. Hasta aquí nada diferente a la preciosa historia infantil que todos conocemos. Lo distinto y perturbador es que no hay un  príncipe azul que se enamora de ella, sino un rey siniestro que la encuentra desvalida en su alcoba y no duda de aprovecharse de ella a pesar de que la cree muerta.
-Necrofilia. Prosigue.- siento un mareo pero continuo por el interés que demuestra Zeta.
-Exacto. La pobre Talía queda en cinta y mientras el castillo continua cubriéndose de zarzas y maleza, ella prosigue con su gestación y nueve meses después nace Sol y Luna. Los niños querían mamar pero no llegaban y chuparon los dedos de la mano de su madre, en uno de ellos se encontraba la astilla de la rueca y al quitárselo se despertó.
-¡Vaya papelón!- yo sonrió, pero pierdo el hilo de mi historia.- Se despiertan y…
-Perdona, estoy algo mareada.- le digo mientras me siento en el sofá.- La reina se entera  de toda la historia y uno imagina que repudirá al marido o algo por el estilo pero nuestra reina ordena atrapar a los niños y manda que se los cocinen. El cocinero se apiada de las pobres criaturas y en su lugar le sirve pollos. Al mismo tiempo la reina quiere quemar en la hoguera a Talía pero el rey parece darse cuenta de lo horrible de todo y manda a la hoguera a la reina…- bostezo, los parpados me pesan y no logro vocalizar correctamente, mi  boca está pastosa y no puedo más, me dejo caer en el sofá con un hilo de consciencia muy leve.
Siento las manos de Zeta colocar mis piernas en el sofá y cubrir mi cuerpo con una manta. Quiero decirle que estoy despierta pero me pesa el cuerpo. Escucho como abre la puerta y oigo pisadas que se acercan.
-¿Está dormida?- es Alfa.
-Sí, ha tardado en hacerle efecto el narcótico.
-¿Pusiste suficiente dosis?- quiere saber Beta mientras siento el contacto de unos dedos en mi mejilla.
-Dormirá toda la noche.- las voces se van alejando como en un túnel, y voy cayendo en un sueño más pesado.
-Cierra puertas y ventanas, compruébalo si hace falta tres veces, no cometamos ningún error. Después cierra la puerta blindada y dale las llaves a Miguel, está esperando abajo y se irá en cinco minutos.
-¿No hubiera sido mejor que se llevase con él a la chica?- refunfuña Gamma como si hubiera propuesto lo mismo mil veces.
-¿Con qué escusa? Es testaruda como su hermano y no puedo permitir que la maten, mi hermano no me lo perdonaría jamás. –Alfa golpea algo con el pié que cae al suelo y se rompe.
-¿Crees qué es ella como dice Mike?- Beta parece esperanzado con la respuesta.
-Es una Osorio, dudo que sea ella, es lo que Mike nos hace creer para que estemos devanándonos los sesos para pasar estos tres días con sus noches sin que ella termine descuartizada…- y sus palabras se perdieron en el infinito. Yo me dormí profundamente sólo me alejé de mi salón.

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