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Capítulo 22




Subo acordándome de todos los antepasados de esos cuatro peleles, panda de tarados, me han recordado a López saliendo como alma perseguida por el diablo. ¡López! ¡Dios mío! Lleva todo el día solo. El último tramo de escaleras lo he subido a la carrera, rezando porque no se haya hecho sus cositas por toda la casa. No tengo fuerzas para limpiar más porquería, mira que el día me cunde en esta ciudad, el ajetreo que tengo, no paro y estoy agotada. La cinturilla de los pantalones cada vez está más amplia, a este paso este verano me compro un trikini porque ni caderas voy a tener, dónde van a quedar mis generosas curvas.
Nada más abrir me ha subido la bilis por el estómago a la boca. Mis preciosos zapatos de Gloria Ortiz, el regalo de mi hermano por mi cumpleaños estaban hecho girones en la entrada, uno de ellos en la misma puerta para que fuera preparándome para lo que me esperaba por tardar más de la cuenta, el otro todo babeado lo encontré sobre el sofá junto con mis botas de borrego UGG, meses de quitarme de aquí y de allá para comprármelas y han quedado reducidas a una especie de churro babeado y mugriento. He gritado y maldecido. Lo he buscado por la casa y encontrado sobre mi cama destrozando mi pijama, no el primero que me robó que lo tiré a la basura ayer, sino el otro, ya no tengo más, dormiré en pelota picado o robaré uno a Mike.
El muy desgraciado me gruñe cuando forcejeo para quitarle los restos de lo que fue mi pantalón de franela con estampado de mariposas. Quiero matarle y lo debe ver en la expresión de mi cara porque sale corriendo, lo persigo sin mucho éxito y cuando lo acorralo me muestra los dientes mientras gruñe y babea, le da una apariencia de perro rabioso que quita el hipo. Me muestra su rostro más fiero y salvaje, dudo que sea un perro, esta mala bestia en un lobo rabioso. Tengo que hacerme el líder de la manada, miraré en Google los tutoriales de Cesar Millán, quiero aprender a dominarlo con la mirada y con la mano calmarlo al estilo “Cocodrilo Dundee”. Me he quedado embobada pensando que dos dedos usaría para dominar a mi pulgoso cuando ha escapado por la puerta entreabierta.
¡Venga, vamos a seguir corriendo que hoy total no hice nada de ejercicio!
He corrido camino del monte cuando escucho las voces de Miguel que seguro iba a cerrar la puerta de acceso, no entendía lo que decía pero le saludé con la mano y seguí mi camino. Sus gritos han llamado mi atención y me he girado para verle venir casi sin resuello pero yo continué andando.
-…No corra tras López, ya regresará el solo…- me grita y yo pensando en las miles de cosas malas que le pueden pasar y como le digo a Mike todo lo que se me está pasando por la cabeza.
-No pasa nada, cierre que entro por la puerta principal.- le contesto.
-No, no vaya al monte que están los chicos.
-No sufra estamos en el siglo XXI y una mujer puede ir sola a pasear y hablar con un hombres sin necesidad de carabina.
-No, no salga.- le oigo a lo lejos cuando ya escapo por la verja.
No me imaginaba a Miguel tan anticuado, es cierto que estará alrededor de los sesenta y tantos años pero vamos que no me esperaba yo tal cosa.
 Las pisadas de López en el barro se dirigían atravesando el monte. Agradezco la luna casi llena porque le hubiese perdido al instante. He andado a paso ágil porque no me veo capaz de correr sin partirme la crisma. Como siempre pierdo la noción del tiempo, para mi han pasado minutos desde que vi a mi pulgoso correr alejándose de mí y mis malos instintos pero me temo que ha pasado una hora. Ni rastro de él ni de nadie, tanto miedo y tanto vocerío por parte de Miguel y esto está más vacio que la tetería que abrieron en mi calle, en Valladolid.
No tiro la toalla tan fácilmente pero estoy cansada de este día, de ir de acá para allá. Cogí uno de tantos caminos de arena que no sé a dónde van ni de dónde vienen y me pongo a caminar por él con la idea de volverme, aunque tampoco tengo mucha idea dónde tengo que volver, vamos que me he vuelto a perder. Entonces escucho un quejido y corro. Al borde del camino veo a un chico agachado sobre mi López apretándole la cabeza contra la arena y manteniéndole inmovilizadas las patas traseras con una de sus piernas. Me sube una rabia desde la punta de los pies hacia la cabeza, y no lo dudo me lanzo en plancha a por él. Le cojo del pelo y tiro con todas mis fuerzas, él en un giro casi maestro me sujeta por el cuello y por la cintura, pero yo no suelto su melena y con la otra mano le agarró una oreja. Forcejeamos y él no duda en propinarme con la mano que tenía en mi cintura, un puñetazo en mis tripas, pierdo el aire de golpe como al flotador que te sientas sobre él sin el tapón. Oigo a López morderle el pantalón y arrastrar su pierna por la arena, lo que hace que pierda el equilibrio, momento que aprovecho para lanzarle una patada en todos los cataplines, esquiva el golpe que cae en su rodilla, infringiéndole también dolor, levanta su rostro hacía mí y sus ojos, sus ojos son negros como la gruta de una cueva cualquiera, fríos y oscuros, me enseña sus dientes blancos con unos colmillos pronunciados y me suelta una bofetada, cayendo todo lo larga que soy a la arena con un sabor a hierro en la boca y un dolor espantosa en toda la dentadura. Me coge del pelo y me arrastra mientras López sigue mordiendo su pantorrilla, pero parece inmune. No estoy dispuesta a que un fulano golpee a mi perro y luego me trate como una muñeca de trapo, recojo del suelo un puñado de tierra y se lo lanzo a los ojos, inmediatamente abre la mano y me suelta la melena, aprovecho para llamar a López y salir a la carrera camino de ninguna parte.
Mi lindo pulgoso se da cuenta de mi desconcierto y tomo la delantera. Creo que nunca he corrido tan deprisa ni saltado los arbustos con tanta decisión, el miedo me hace otra persona distinta. En la verja me esperaba el pobre Miguel todo azorado explicándoles a los cuatro bobos de turno, digamos los amigos de Mike, por dónde creía que me había ido. Se han quedado tan alucinados que miedo me ha dado mirarme luego en el espejo.
-¡¡Ay, ay, ay!! – grita el pobre Miguel cuando me ve bajo la luz de la farola de la urbanización.
-Estoy bien, Miguel, no ha sucedido nada.- el hombre se echa a llorar y se me parte el alma.- El otro quedó mucho peor.- pero mi broma no consigue el efecto deseado el hombre solloza.
-Una negativa para ti es como el pistoletazo de salida.- me recrimina Alfa.
-Ese tío agarró del cuello a López y se lo apretaba contra la arena, no iba a dejar que lastimara a mi pulgoso, ni él ni nadie.-le vocifero con el dedo índice levantado.
-¿Te fijaste en él?-me interroga Gamma sin dejar de mirar hacía el monte oscuro.
-Sí. Pero da igual como era.- acaricio el cuello de López y lo empujo hacia casa.- Me voy a la cama. Creo que mi karma se está volviendo negra.
Ya en el portal. La voz de Beta me descoloca.
-Lamento todo lo sucedido.- su voz sueña pesarosa, triste y abatido como la de un amigo que padece tus penas.
-Gracias. Me están sucediendo multitud de cosas a diario, no soy capaz de procesar todo este bombardeo de sensaciones, estímulos y miedos que recibo. Sois amigos de Mike, sinceramente lo dudo.- subí unos peldaños y me di la vuelta para mirarles de nuevo.- Mañana será otro día. Gracias por el paseo y por las confidencias, Beta. Buenas noches a todos.
“Estoy agotado pero no derrotada. Que nadie se confunda.” Este es mi estado en el facebook con una foto mía presumiendo de mi nuevo rostro morado, mis chichones en la frente, así como mi labio partido, estoy hecha un cromo.

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