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LÓPEZ. Prólogo.





¿Qué se dice en la primera página de un facebook? Aunque la verdadera pregunta es ¿para qué he abierto un facebook? Pues sinceramente ni idea, lo he hecho porque mis amigas a las que dejo en la estación llorando como yo lloro en este autobús que huele a vomitona y a gases intestinales, me lo han pedido.
No soy de cartas, que ya no se llevan y no sé ni cómo se escriben, tampoco de whatsapp, soy la típica que pone la manita con el dedito gordito para arriba o para abajo dependiendo de mi estado de ánimo o las ganas que tenga de hacer lo que se me piden, que suelen ser pocas porque soy de naturaleza perezosa. Y como ellas quieren saber y yo no soy de mucho decir, mandaré fotos reveladoras junto a textos explicativos que digan dónde estoy y que hago. Ellas aseguran que para lo mortecina que soy y mis escasos recursos para el diálogo es lo único que encuentran que puede ayudar a no perder el contacto y la amistad que nos une desde el jardín de infancia, incluso antes porque tres de nosotras ya paseábamos juntas cuando estábamos en el saco embrionario. No creo que la amistad se pierda tan fácilmente y menos la nuestra de tantos años, ellas están más que acostumbradas a mis monosílabos y mi falta de información de lo que hice o lo que dejé de hacer, es más, lo prefieren porque con eso especulan a sus anchas y a mi costa se divierten un rato.
Pero aquí en la estación de autobuses, me han abierto un facebook con mi nombre, han puesto en el perfil una foto mía llorando a moco tendido, hecha en el momento para inmortalizar un drama más en mi vida; y en la foto de la portada una de todas juntas delante del autobús donde me subiré en escasos cinco minutos camino de Madrid.
Dejó el Valladolid que me vio nacer para ir en busca de una vida… qué vida, ni yo lo sé, no tengo claro para qué voy ni por qué lo hago. ¿Cuándo decidí que tenía que dejar mis raíces para ir a plantar mis pies en una ciudad que conozco de mis visitas navideñas y mis quince días en verano? Espera, espera que lo recuerde,… no fui yo quien puso un ultimátum sobre mi cabeza y un dedo amenazador sobre mi nariz prominente. Fue Mike. Y todo porque le mentí según él con alevosía, algo así como traición y deslealtad. Pero la pregunta que os hacéis es la misma que me hago yo, ¿Quién es Mike para romper con mi pasado y ponerme en un presente que marea de lo mal que huele, camino de un futuro tan incierto como solitario? ¿Por qué solitario? Porque tengo un mensaje de él que dice: “Surge un grave problema y no estaré en la estación para recibirte. Me voy de viaje a Tailandia, tardaré un mes en regresar. Las llaves las tiene el conserje, está avisado de tu llegada y te vigilará. Cuídate.” ¿Cómo que me vigilará? ¿Qué tipo de mensaje es éste? Me obliga a dejar mi casa familiar, a alquilarla y empaquetar toda una vida que se queda esperándome en el trastero, que no alquilo con el piso por razones obvias, dónde guardo todo lo que tengo mío y heredado sin un duro en la cuenta ni en el bolsillo. Después de cumplir todos sus deseos, me deja tirada en una ciudad donde nadie me espera ni me conoce y se va al otro lado del mundo a sabe Dios qué, eso sí, antes de irse me informa que seré vigilada, ¿temé que robe sus preciosos objetos de valor?, si es que los tiene.
Pero esto no responde a la pregunta de quién es Mike. Mike es el novio de mi hermano que murió hace unos meses en un accidente de moto. Ando superándolo como puedo. Fui a unas clases de yoga y me enseñaron a vaciar la mente, por eso mi naturaleza perezosa es tan evidente últimamente, cada pocos minutos tengo que eliminar esos humos negativos y pensar en una vela recta, para no dar vueltas al hecho de que estoy huérfana de madre y hermano, porque de padre no tengo ni idea, nos abandonó cuando yo era un bebe de pecho y mi hermano un mocoso de siete u ocho años, casi.
Supongo que por eso era mi hermano como era, serio y siempre preocupado, con una halo de madurez que terminaba siendo desquiciante. Mi madre no dudó ni dos segundos dejarle ir a Madrid a estudiar medicina, mientras que a mí me dio un “no” rotundo y sonoro. Me enumeró cada uno de mis defectos y pecados y me recordó que por su esfuerzo y tesón me levantaba cada mañana y que si concluía mis tareas escolares era porque ella revoloteaba como aguilucho sobre mis deberes, corrigiéndolos y obligándome a terminarlos. Buenas siestas me he pegado sobre los apuntes cuando ella salía a los recados, ya os he dicho que soy perezosa, y tengo siempre la cabeza en otra parte.
Añoro a mi hermano, porque leyendo esto parece que resultaba algo cargante en mi vida, pero no lo era. Se convirtió en madre cuando ella se fue una madrugada de un miércoles del mes de febrero, unos días antes de su cumpleaños, un ataque al corazón que no dio tiempo ni a despedirse. Después de mucho discutir en la cocina, Mike y él decidieron que terminara mis estudios ese curso y buscarían algo más cerca para su reciente estrenada tutela. Pero me las apañé todos esos meses para demostrarles que era una jovencita muy madura y que podían confiar en mi buen juicio. Yo me quedé en Valladolid, en mi casa, con mis amigas y comencé COU, y mi hermano me pasaba religiosamente una manutención.
Me acostumbré a vivir sola con dieciocho años y acentué mis defectos, ya nadie me corregía las posturas sobre los libros ni me sacaba de mi sueño sobre los deberes, tampoco me obligaban a comer o dormir las horas adecuadas para un cerebro en desarrollo; pero sacaba unas notas decentes y no daba quebraderos de cabeza. Mi hermano tampoco deseaba forzarme a vivir lejos de mi vida, mis amigas eran lo más importante que tenía y para mí la seguridad de mi hogar lo significaba todo, aunque estuviese vacío.
Pero un buen día todo vuelve a cambiar, Mike me llama y me dice que mi hermano ha muerto. Recorro el mismo camino que hoy hago pero con más dolor del que hoy llevo. Me llevan a un cementerio donde alguien habla sobre la buena persona que era y lo mucho que le querían sus amigos, aquel sitio está repleto de gente que no conozco, gente que no deja de mirarme, gente que no deja de preguntar a Mike que va a hacer conmigo. Mike encoge los hombros como respuesta. Tengo veintiún años, no soy una niña pequeña pero me siento como tal. Mi cabeza no deja de pensar que debo buscarme trabajo, que tengo que dejar de estudiar para poder sobrevivir, y me voy a garrando con más fuerza al pobre Mike que sabe tanto como yo de nuestro futuro inmediato.
Volví a Valladolid dejando a Mike destrozado por la pérdida, le quería y mucho, pero yo era una carga que él no estaba preparado para asumir. Me puse a trabajar en la tienda de mi amiga Laura, vendiendo botones y cremalleras, aquello supuso tardes de un aburrimiento soporífero esperando que entrase por la puerta alguien, aunque fuera para preguntar por una calle u otro local, daba igual, lo importante era hablar unos segundos con otro ser humano y no con uno mismo o un muñeco que hice cosiendo botones en un calcetín viejo de Mike, lo robé de su cómoda pensando que era de mi hermano. Me di cuenta a las pocas semanas que los padres de Laura me tenían por caridad y no por necesidad, me inventé una maravillosa escusa de un súper trabajo bien pagado y me fui de allí con doscientos euros de liquidación. Tres días después encontré una mierda de trabajo sirviendo copas en un local de mala muerte donde todos me sobaban el culo y me piropeaban al pasar, donde el dueño del local me dijo que fuera algo más ligerita de ropa y fuera más cariñosa con los que nos daban de comer.
Mike llamaba cada semana y con el paso del tiempo mi tono de voz debía sonar o más penoso o  más preocupante, porque una noche tras limpiar el local y cerrarlo, me lo encontré sentado en las escaleras del portal esperándome. “Mientes muy mal” me dijo a modo de saludo. Una vez que estuvimos cómodamente sentados en el sofá de mi casa, me dijo que empaquetase me vida y la guardase en el trastero, que alquilase mi piso y fuera haciéndome la idea de que mi vida abría un nuevo capítulo. Ni rechistar pude, era una decisión muy meditada, estaba tirando por el retrete todo por lo que mi hermano había luchado, por darme unos estudios y hacerme una persona de provecho. “Sirviendo copas en un bar terminarás embarazada de un borracho” esa era la terrible descripción de la vida de mi madre. Me recorrió un escalofrío sólo de pensarlo pero me di cuenta que tenía razón, llevaba semanas sin ir a la facultad y la historia requiere muchos codos.
Obedecí. Él solucionó el cambio de expediente, que no sé ni como lo hicieron ni los pasos que dio, ahora soy estudiante de la Facultad de Geografía e Historia de la Complutense de Madrid.
El autobús lleva un rato de camino y acabo de colgar, no con poca dificultad, la foto que he hecho a mis amigas por mi ventanilla, están las cinco llorando a moco tendido, Laura, Sara, Daniela, Marta y Paula. Antes de colgar la foto me pide que ponga mi estado y añado: “¡Jorobada! Os echo de menos”. Recibo cinco “me gustan” y un motón de caras llorando y de besos.
¿Está va a ser mi vida a partir de ahora? ¿Voy a ir relatando mi historia en el facebook con fotos de mi misma sola en la gran ciudad buscando mi nuevo yo? Pues va a resultar patético.

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