Ir al contenido principal

Capítulo 9




He madrugado cosa mala en mí. Soy como el oso perezoso, necesito horas de sueños y mi hora para desperezarme y sacudirme la fatiga que lleva levantarse a horas tan tempranas. Pero López no estaba dispuesto a tal lentitud, si estoy despierta es hora de desayunar y de pasear por el monte. Ladra sonoramente y pone las patas sobre mi cama a la vez que da pequeños saltitos.
Con todo lo que sucedió ayer, pensé que no iba a pegar ojo, pero caí en la cama como peso muerto y he abierto el ojo cuando ha sonado mi despertador, a mi las desgracias me dan sueño. Está todo en silencio, me dan ganas de esconderme bajo las sabanas y echar otra cabezadita, pero la mirada de López habla por sí sola, no está dispuesto a ceder un milímetro, me levanto o sigue ladrando hasta que se caiga la escayola del techo.
Lo nuestro ha sido desayunar como los pavos, él ha engullido su pienso y yo mi  vaso de leche con cola cao lleno de grumos porque ni la cuchara me ha dejado usar. Está tan inquieto que me pone de mala leche, no puedo recoger la taza ni los cuatro granos que ha tirado por el suelo, ladra y no deja de dar vueltas sobre sí mismo intentando cogerse la cola. Esto es algún tipo de trastorno de la próstata.
Hemos corrido como posesos al monte, y nada más cruzar la verja se ha perdido. No voy a buscarle, no estoy dispuesta a salir corriendo tras sus pasos para caerme en un agujero. Me he sentado en una piedra y apoyado la espalda en un encino y me he quedado traspuesta, me daba el sol en la cara y me he adormecido. Estaba oculta tras los dos grandes árboles que inician el camino. Escuché unas voces conocidas aunque no las ponía cara, me asomé tras una rama y entre las hojas vi a los amigos de Mike salir a correr. Iban todos, incluso dos más que no conocía. Alfa y Beta enfrascados en una discusión y Zeta y Gamma golpeándose el pecho como grandes osos pardos.  El viento me ha traído palabras sueltas, una me aparecido que era mi nombre entrelazado con “desconocimiento, salvación y peligro”. Temen que descubra algo, o soy un peligro por mi desconocimiento, o mi salvación esta en el desconocimiento para no ponerme en peligro. Cada vez me atrae más descubrir qué ocultan, saber qué le llevó a mi hermano ocultarme todo esto y qué esconden. Han dejado de discutir y han empezado a caminar despacio, después al trote y cuando me estaba levantando y sacudiendo las pajitas secas de mis pantalones, salieron a la carrera desapareciendo en segundos por la arboleda de la derecha del camino, campo a través.  Les he visto saltar las piedras y meterse por matorrales, hasta desaparecer monte a dentro. Era totalmente improbable que pudiese alcanzarles, espiarles era un imposible para alguien con mi formación física pero como parece que tengo algún tornillo flojo últimamente; he movido mis pies en algo parecido al trote pues trastabillaba continuamente, con peligro de romperme la crisma entre tanta piedra y matojo.
Caminé durante minutos sin saber muy bien por donde tirar, no tengo ni idea de seguir un rastro, ni de guiarme por un monte con soltura, no sabía dónde estaba el norte, ni el sur y a un menos dónde estaba el piso de Mike. Yo diría que caminé en círculos un buen rato, hasta que escuché voces al otro lado de un repecho pronunciado y trace una línea recta. Sudaba copiosamente y tenía una sed canina pero estaba empeñada en encontrar yo solita el camino a casa, me la repamplinfaba saber donde andaban metidos las gacelas de la comunidad, esos hombres tan guapos como raros. Y allí subía yo la cuesta cuando de la nada salen a la carrera entre los árboles y saltando un moral bastante elevado Zeta y Gamma. Creo que los tres nos sorprendimos lo mismo, yo peque un respingo y ellos se golpearon entre sí para esquivarme. Por lo alto del camino aparecieron Alfa y Beta que venían saltando imaginarias vallas y por detrás los otros dos que no conocía de nada. En un segundo quedé rodeada por ellos que me miraban incrédulos.
-¿Qué haces tan lejos de la urbanización? ¿Dónde está López?- el tono de Alfa eran marimandón y furioso a partes iguales.
-López es un perro al que le falta un tornillo y anda perdido por el monte.
-Dudo mucho que López esté perdido, no puedo decir lo mismo de ti.- Beta decía las cosas en un tono de guasa que no me disgusta pero tampoco me emociona. Era un control el que sentía en mis carnes y una presión de vigilancia que no me molaba nada.
-No estoy perdida, sé perfectamente donde me encuentro. En el monte detrás de la casa de Mike…
-Está al otro extremo y vas camino de ninguna parte, quizá si sigues andando en dirección al sol, llegues a Brunete y puedas llamarnos para ir a recogerte. –dijo Zeta mientras se reía.
-Acompañarla a casa, nosotros seguiremos un rato más.- dijo Alfa y salió a la carrera, camino abajo. Se le unieron Beta y los otros dos.
-Es muy detestable. No necesito ayuda, se perfectamente orientarme.- e inicié la marcha de descenso por donde habían desaparecido Alfa y los suyos.
-Nosotros nos hemos cansado de perseguir liebres, ahora caminaremos contigo y aprovecharemos esta mañana de sol en pleno invierno.- Zeta cerró los ojos y dejó que el sol le bañara la cara.
-¿Sois todos gais?- Gamma se atragantó con su saliva y miró hacía a mí como si hubiera blasfemado o algo peor. –Mi hermano nunca me dijo que vivía aquí y sólo veo tíos salir y entrar y he pensado que esta es una urbanización de homosexuales.
-Es cierto que no viven mujeres entre nosotros, pero no porque seamos gais, simplemente no pueden. Tú eres a la única a la que hemos dejado entrar y le ha costado a Mike, irse a tomar por culo.
-¿Él se ha ido para que yo pudiese vivir aquí?-cada vez entendía menos.
-Zeta… a Alfa no le gusta que hablemos demasiado.-dijo Gamma en un susurro, pero otra cosa no tendré pero el oído fino, un rato.
-¿Es Alfa quien os dice lo que podéis hacer, decir o incluso dónde ir?-era una pregunta maliciosa, esa que a los hombres les hace entrar al trapo por ese orgullo pueril. Pero no salió bien.
-Sí. Es como un padre o mejor dicho, un hermano mayor. –Zeta me cogió de los hombros y me apretó contra su pecho.- Y ahora tú eres nuestra hermana pequeña.
Vi por el rabillo del ojo como Gamma tensaba los músculos y sin exagerar lo más mínimo, se le erizaban los pelos de los brazos desnudos, poniéndose tiesos como juncos. Inmediatamente Zeta me soltó delicadamente dejándome protegida por su espalda, se cubrieron los ojos con las gafas y miraron a lo lejos del camino, yo no veía nada. Pensé que aquello era una maniobra para hacerme callar y no contestarme a ninguna pregunta más pero de las sombras salieron dos corredores absortos en su conversación. No hizo falta que se acercaran para que los reconociera, eran los dos que me sacaron de la zanja donde caí persiguiendo a López. Disminuyeron el paso cuando sus miradas se cruzaron con las nuestras y se acercaron con una sonrisa ladina.
-¡Qué casualidad!- dijo el hombre parando a un metro de nosotros, ella se limitaba a sonreír.
-Pensé que quedó todo claro la otra noche.- el hombre meneó la cabeza pesaroso.
-Soy algo lento de entendederas, pensé que:”No pises más este monte, si no quieres tener problemas”. Te referías a la otra noche, no creí que se extendiera a todos los días del año. No seas malo Zeta.
-No hacemos buena pareja de baile y vosotros sois muy ruidosos.- añadió Gamma.
-Bobadas.- dijo el hombre sin dejar de mirarme.- ¿Qué tal ese tobillo?
-Perfecto.- no comprendo muy bien el motivo,  pero tenía miedo de hablar con él, quizá fuese la postura defensiva de Zeta, no lo sé.
-No la dirijas la palabra, no la mires a los ojos ni oses tocarla un pelo. Te las verás con Alfa y ya te hizo hace años mucha pupita, ¿Lo recuerdas? Nosotros no dejamos de conmemorar aquella noche.- el hombre enseñó los dientes levantando el labio tal y como lo hacía López cuando no le gustaba mi presencia en la casa, ahora la tolera pero no deja de decirme quién es el jefe con su mirada severa y su ladrido agudo.
-Ten cuidado Caperucita no sea que te hayas confundido de bosque y de lobo.- y dicho esto salieron a la carrera él y la chica que no dejaba de mirarme.

Entradas populares de este blog

El otro hijo

TIBIO TÉMPANO DE NUESTRA CALIDEZ.

Con esta novela me sucedió como con otro escritor que voy leyendo a cachitos, porque son amantes de los diálogos monologuistas, largos y con pocos puntos y aparte. Qué ocurre con esto, pues que se trasforman en páginas y páginas en el eBook, agota la vista y distrae. Empecé leyéndola en el móvil porque me quedé sin luz en mi eBook, pero era muy largo los textos, se hacía pesado, lo dejé por cansancio ocular, ahora sigo las órdenes tajantes de mi familia y amigos, << ¡Cuídate la vista!>>. Llegué a casa y la descargué en el libro electrónico, pero tengo una costumbre, la primera imagen que público es cuando comienzo la lectura, no repito la foto, por eso la imagen no encaja con mi habitual protector florido tan característico en mí. Me enganchó mucho ese primer discurso que nos narra el escritor en boca de Moreno Cabello, que no le gusta nada los medios y se nos presenta como una mujer ruda, profesional y solitaria. Es cierto que la perseverancia de esta investigad...

La quinta víctima