He madrugado cosa mala en mí. Soy como el oso
perezoso, necesito horas de sueños y mi hora para desperezarme y sacudirme la
fatiga que lleva levantarse a horas tan tempranas. Pero López no estaba
dispuesto a tal lentitud, si estoy despierta es hora de desayunar y de pasear
por el monte. Ladra sonoramente y pone las patas sobre mi cama a la vez que da
pequeños saltitos.
Con todo lo que sucedió ayer, pensé que no
iba a pegar ojo, pero caí en la cama como peso muerto y he abierto el ojo
cuando ha sonado mi despertador, a mi las desgracias me dan sueño. Está todo en
silencio, me dan ganas de esconderme bajo las sabanas y echar otra cabezadita,
pero la mirada de López habla por sí sola, no está dispuesto a ceder un
milímetro, me levanto o sigue ladrando hasta que se caiga la escayola del techo.
Lo nuestro ha sido desayunar como los pavos,
él ha engullido su pienso y yo mi vaso
de leche con cola cao lleno de grumos porque ni la cuchara me ha dejado usar.
Está tan inquieto que me pone de mala leche, no puedo recoger la taza ni los
cuatro granos que ha tirado por el suelo, ladra y no deja de dar vueltas sobre
sí mismo intentando cogerse la cola. Esto es algún tipo de trastorno de la
próstata.
Hemos corrido como posesos al monte, y nada
más cruzar la verja se ha perdido. No voy a buscarle, no estoy dispuesta a
salir corriendo tras sus pasos para caerme en un agujero. Me he sentado en una
piedra y apoyado la espalda en un encino y me he quedado traspuesta, me daba el
sol en la cara y me he adormecido. Estaba oculta tras los dos grandes árboles
que inician el camino. Escuché unas voces conocidas aunque no las ponía cara,
me asomé tras una rama y entre las hojas vi a los amigos de Mike salir a
correr. Iban todos, incluso dos más que no conocía. Alfa y Beta enfrascados en
una discusión y Zeta y Gamma golpeándose el pecho como grandes osos
pardos. El viento me ha traído palabras
sueltas, una me aparecido que era mi nombre entrelazado con “desconocimiento,
salvación y peligro”. Temen que descubra algo, o soy un peligro por mi
desconocimiento, o mi salvación esta en el desconocimiento para no ponerme en
peligro. Cada vez me atrae más descubrir qué ocultan, saber qué le llevó a mi
hermano ocultarme todo esto y qué esconden. Han dejado de discutir y han
empezado a caminar despacio, después al trote y cuando me estaba levantando y
sacudiendo las pajitas secas de mis pantalones, salieron a la carrera
desapareciendo en segundos por la arboleda de la derecha del camino, campo a través. Les he visto saltar las piedras y meterse por
matorrales, hasta desaparecer monte a dentro. Era totalmente improbable que
pudiese alcanzarles, espiarles era un imposible para alguien con mi formación
física pero como parece que tengo algún tornillo flojo últimamente; he movido
mis pies en algo parecido al trote pues trastabillaba continuamente, con
peligro de romperme la crisma entre tanta piedra y matojo.
Caminé durante minutos sin saber muy bien por
donde tirar, no tengo ni idea de seguir un rastro, ni de guiarme por un monte
con soltura, no sabía dónde estaba el norte, ni el sur y a un menos dónde
estaba el piso de Mike. Yo diría que caminé en círculos un buen rato, hasta que
escuché voces al otro lado de un repecho pronunciado y trace una línea recta.
Sudaba copiosamente y tenía una sed canina pero estaba empeñada en encontrar yo
solita el camino a casa, me la repamplinfaba saber donde andaban metidos las
gacelas de la comunidad, esos hombres tan guapos como raros. Y allí subía yo la
cuesta cuando de la nada salen a la carrera entre los árboles y saltando un
moral bastante elevado Zeta y Gamma. Creo que los tres nos sorprendimos lo
mismo, yo peque un respingo y ellos se golpearon entre sí para esquivarme. Por
lo alto del camino aparecieron Alfa y Beta que venían saltando imaginarias
vallas y por detrás los otros dos que no conocía de nada. En un segundo quedé
rodeada por ellos que me miraban incrédulos.
-¿Qué haces tan lejos de la urbanización?
¿Dónde está López?- el tono de Alfa eran marimandón y furioso a partes iguales.
-López es un perro al que le falta un
tornillo y anda perdido por el monte.
-Dudo mucho que López esté perdido, no puedo
decir lo mismo de ti.- Beta decía las cosas en un tono de guasa que no me
disgusta pero tampoco me emociona. Era un control el que sentía en mis carnes y
una presión de vigilancia que no me molaba nada.
-No estoy perdida, sé perfectamente donde me
encuentro. En el monte detrás de la casa de Mike…
-Está al otro extremo y vas camino de ninguna
parte, quizá si sigues andando en dirección al sol, llegues a Brunete y puedas
llamarnos para ir a recogerte. –dijo Zeta mientras se reía.
-Acompañarla a casa, nosotros seguiremos un
rato más.- dijo Alfa y salió a la carrera, camino abajo. Se le unieron Beta y
los otros dos.
-Es muy detestable. No necesito ayuda, se
perfectamente orientarme.- e inicié la marcha de descenso por donde habían
desaparecido Alfa y los suyos.
-Nosotros nos hemos cansado de perseguir
liebres, ahora caminaremos contigo y aprovecharemos esta mañana de sol en pleno
invierno.- Zeta cerró los ojos y dejó que el sol le bañara la cara.
-¿Sois todos gais?- Gamma se atragantó con su
saliva y miró hacía a mí como si hubiera blasfemado o algo peor. –Mi hermano
nunca me dijo que vivía aquí y sólo veo tíos salir y entrar y he pensado que
esta es una urbanización de homosexuales.
-Es cierto que no viven mujeres entre
nosotros, pero no porque seamos gais, simplemente no pueden. Tú eres a la única
a la que hemos dejado entrar y le ha costado a Mike, irse a tomar por culo.
-¿Él se ha ido para que yo pudiese vivir
aquí?-cada vez entendía menos.
-Zeta… a Alfa no le gusta que hablemos
demasiado.-dijo Gamma en un susurro, pero otra cosa no tendré pero el oído
fino, un rato.
-¿Es Alfa quien os dice lo que podéis hacer,
decir o incluso dónde ir?-era una pregunta maliciosa, esa que a los hombres les
hace entrar al trapo por ese orgullo pueril. Pero no salió bien.
-Sí. Es como un padre o mejor dicho, un
hermano mayor. –Zeta me cogió de los hombros y me apretó contra su pecho.- Y
ahora tú eres nuestra hermana pequeña.
Vi por el rabillo del ojo como Gamma tensaba
los músculos y sin exagerar lo más mínimo, se le erizaban los pelos de los
brazos desnudos, poniéndose tiesos como juncos. Inmediatamente Zeta me soltó
delicadamente dejándome protegida por su espalda, se cubrieron los ojos con las
gafas y miraron a lo lejos del camino, yo no veía nada. Pensé que aquello era
una maniobra para hacerme callar y no contestarme a ninguna pregunta más pero
de las sombras salieron dos corredores absortos en su conversación. No hizo
falta que se acercaran para que los reconociera, eran los dos que me sacaron de
la zanja donde caí persiguiendo a López. Disminuyeron el paso cuando sus
miradas se cruzaron con las nuestras y se acercaron con una sonrisa ladina.
-¡Qué casualidad!- dijo el hombre parando a
un metro de nosotros, ella se limitaba a sonreír.
-Pensé que quedó todo claro la otra noche.-
el hombre meneó la cabeza pesaroso.
-Soy algo lento de entendederas, pensé
que:”No pises más este monte, si no quieres tener problemas”. Te referías a la
otra noche, no creí que se extendiera a todos los días del año. No seas malo
Zeta.
-No hacemos buena pareja de baile y vosotros
sois muy ruidosos.- añadió Gamma.
-Bobadas.- dijo el hombre sin dejar de mirarme.-
¿Qué tal ese tobillo?
-Perfecto.- no comprendo muy bien el motivo, pero tenía miedo de hablar con él, quizá fuese
la postura defensiva de Zeta, no lo sé.
-No la dirijas la palabra, no la mires a los
ojos ni oses tocarla un pelo. Te las verás con Alfa y ya te hizo hace años
mucha pupita, ¿Lo recuerdas? Nosotros no dejamos de conmemorar aquella noche.-
el hombre enseñó los dientes levantando el labio tal y como lo hacía López
cuando no le gustaba mi presencia en la casa, ahora la tolera pero no deja de
decirme quién es el jefe con su mirada severa y su ladrido agudo.
-Ten cuidado Caperucita no sea que te hayas
confundido de bosque y de lobo.- y dicho esto salieron a la carrera él y la
chica que no dejaba de mirarme.