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Capítulo 8




¡Señor, cómo me duele la cabeza! Unas manos me están poniendo algo frío sobre la frente y escucho a lo lejos la voz de Alfa discutiendo con alguien, no reconozco a este otro pero Alfa maldice, advirtió que todo aquello no era una buena idea y que estaban poniendo en peligro a la comunidad y sobre todo a mí. El otro individuo dice que estaban en deuda conmigo por todo lo sucedido, que antes o después esto iba a ocurrir y que le debían a Mike todo esto y mucho más. En cuanto se dan cuenta que recupero la conciencia se hace el silencio.
-¿Cómo te encuentras?- la voz de Zeta empieza a ser familiar.
-¿Quién me golpeó contra el suelo?- pregunto mientras me incorporo. Siento una presión en los oídos y un latido doloroso en la frente que me palpo para descubrir un enorme chichón.
-Se cayó sobre tu cabeza el cuadro que colgaba sobre la cama. El cristal se hizo añicos al impactar con tu dura cabezota.- añade Zeta. Quiere ser gracioso y quitar hierro sobre lo sucedido pero sus pupilas están dilatadas y su sonrisa es tensa.
Alfa y Beta están junto a la puerta y me miran muy serios. Sacudo la cabeza porque no me convence lo que me cuenta, recuerdo a López saltando sobre la cama y cayendo sobre mí.
-López ladraba y gruñía a alguien o a algo que estaba en mi habitación…
-No había nadie en la casa, ni nadie ha entrado, no hay ni puertas forzadas ni ventanas, este piso es a efectos de altura un segundo…
-¿Cómo entrasteis vosotros?- un silencio plomizo cae entre ellos. Alfa mantiene sus ojos, ahora grises, clavados en los míos, un duelo como los que mantengo con López.
-Con la llave que tengo.- Zeta saca de su bolsillo un juego de llaves que guarda inmediatamente.
-¿Cómo  quitasteis la cadena?- Alfa muestra un colmillo en una sonrisa desdeñosa.
-Eso no es un obstáculo.- dicho esto se da la vuelta y desaparece por la puerta. Beta se mueve incomodo, saluda con la mano y sale tras él.
-¿Por qué se ha enfadado?- le pregunto a Zeta que cierra la cremallera de un botiquín del que ha sacado una pomada que me entrega en las manos.
-Alfa tiene mucha carga sobre sus hombros, es un gran amigo, un hermano para todos nosotros, nuestros problemas son los suyos y tú ahora estas bajo su responsabilidad hasta que regrese Mike. –se pone en pié para irse pero no quiero quedarme sola, él ve la angustia en mi rostro.- Todo está bien, no te preocupes por nada.
-¿Son vuestros nombres verdaderos? Alfa, Beta, Gamma, Zeta… son el alfabeto griego. Nos falta Delta, Épsilon…
-Ya los iras conociendo a todos. Somos como una gran hermandad y cuando entramos en ella nos cambiamos el nombre. Mis padres me bautizaron como Javier, Alfa es Adolfo y Beta es Ralph. Pero desde los dieciocho años nadie me ha llamado Javier, no creo que responda jamás a ese nombre.
-Tendré que buscar el mío. ¿Qué tal Omega?- Zeta rompe en una sonora carcajada.- Sois curiosos los dos hermanos.
-¿De qué conoces a mi hermano?-aquello le pilla fuera de juego, sus palabras habían salido inconscientemente por sus labios pero yo las cogí al vuelo.
-Desde que empezó a salir con Mike. Compartíamos muchas horas, cuando se vive en un lugar cerrado como éste, terminas estrechando lazos.
-Mike se cambió tras la muerte de mi hermano, nunca vivió aquí con él. Tenían un piso pequeño en el Barrio del Pilar, yo he pasado muchos veranos con ellos allí.- Zeta me miró sin comprender, pero decidió que era mejor salir cuanto antes de mi casa y dejarme con mi dolor de cabeza y mis lucubraciones sola.
Sola en el sofá del salón me di cuenta que nada de todo aquello cuadraba. Miré a mí alrededor y vi que mi hermano estaba presente en cada rincón de esa casa. No solo eran sus fotos que cubrían paredes y muebles, sino su gusto personal. Sin ir más lejos en la mesa del centro había piedras de río, desde niño las coleccionaba, tenían formas curiosas como la cara de Abraham Lincoln, un corazón y otras que parecían la siluetas de animales. En el mueble de la televisión había cintas de video de la serie de Remignton Steele al que era un adicto, todas las películas de 007 y los reportajes de Nacional Geographic. Allí donde mirase estaba el estilo inconfundible de él, las matas de colores chillones protegiendo el sillón y el sofá era una herencia de mi madre que lo llenaba todo de trapitos para evitar el desgaste de las telas originales. Las palabras de Mike se agolpaban en mi cabeza: “Me mudé porque todo me recordaba a él”. ¿Para qué iba mudarse y recrear un lugar a la medida de mi hermano, con todas su fotos, objetos personales y manías?”. Aquella era la casa de mi hermano. El piso del Barrio del Pilar era tan sencillo y simple que pensándolo bien, era como el típico piso de estudiantes que alquilas con muebles viejos. Pero, ¿Por qué mantener aquella farsa año tras año? ¿Por qué no me habían llevado directamente a aquella casa? ¿Qué temía mi hermano que pudiese descubrir? O ¿De qué intentaba protegerme?
López entró en el salón, aquel bicho sabía todas las respuestas a mis preguntas. Entonces caí en la cuenta, ¿Dónde se quedaba López cuando mi hermano y Mike montaban aquella patraña? Nunca había rebuscado en los cajones ni en la intimidad de nadie y menos en la de mi hermano pero ahora estaba dispuesta a saber porqué me habían engañado, qué sentido tenía ocultarme que vivían en una urbanización de lujo. Mi hermano nunca nos dejó de ayudar, pasaba mensualmente un dinero a mi madre y luego cuando ella faltó, no dudo en seguir manteniéndome.
López se ovillaba indiferente a mis pensamientos, cuando decidí empezar mi investigación por la estantería del despacho. Lo primero era devolver a su estante los dos libros que había dejados sobre la mesa, miré por encima y eran todos libros clásicos aunque teniendo en cuenta mi lectura de las últimas noches, serían una versión algo macabra. Me senté en el suelo y abrí el mueble, muchos papeles sueltos y carpetas con facturas y recibos, cerré aquel mueble, lo mío no era un problema con hacienda. El segundo mueble resulto ser algo más inspirador, álbumes de fotos.
El primer volumen que cogí, resultaron ser las fotos de nuestra infancia, fotos muy parecidas a las que yo guardé en las cajas que cogían polvo en el trastero de mi casa. No había nada nuevo en aquellas hojas, la tristeza de siempre ante la ausencia de todos mis seres queridos. Visualizo una vela.
El segundo volumen eran fotos de mi hermano en Madrid. En la facultad de medicina y en diversos monumentos de esta gran ciudad. Ya casi al final cuando había perdido la esperanza de encontrar algo revelador, veo una foto en grupo de mi hermano con Mike y entonces reparo en los muchos chicos que le acompañan, serán unos quince y entre ellos está el rostro inconfundible de Zeta, Beta, Gamma y por supuesto Alfa en un centro perfecto, presidiendo la foto, en un plano principal; incluso está el hombre del monte, el que me ayudó a llegar a casa con mi tobillo lastimado. Esa foto es de pocos meses después de llegar a Madrid, por lo tanto Zeta no me ha engañado, conocía a mi hermano desde hace muchos años.
Levantó la vista del álbum con los ojos un poco llorosos, me siento traicionada yo le contaba todo a mi hermano y descubro que él tenía una vida que me ocultaba. López me mira desde la puerta, pasea sus ojos del álbum a mí como intentando saber qué es lo que duele tanto en ese gran volumen que descansa sobre mis muslos.
-Duele saber que no eres tan importante para una persona como tú creías. – me limpio las lágrimas que caen por mi mejilla con la palma de la mano. López se acerca y me lame medio rostro, me gusta, me reconforta. Terminaré el año cogiéndole cariño, ¡No creo!
Dejo en su sitio el álbum y cojo el siguiente. Lo colocó sobre el suelo y lo abrí sin tener muy claro sí lo que hago es lo correcto, si merece la pena destrozar la memoria y el recuerdo que tengo de mi hermano. Pero no tengo mucho juicio y soy perezosa para sopesar si es bueno o malo hurgar en lo que él no quiso contarme.
No hay duda de que Zeta no me engañó, está repleto de fotos de ellos en celebraciones de todo tipo, partidos de futbol, acampadas, fiestas de fin de año, cumpleaños y algunas que no sé muy bien que son y que me dejan el espíritu algo alterado. Hay unas cuanta fotografías de todos ellos con el torso desnudo, Mike parece el centro de atención, se le ve sudoroso y con el rostro algo magullado, mi hermano siempre presente pero algo alejado de este momento que no entiendo que representa. En una de las fotos veo una gran hoguera y un chico que sujeta una especie de palo metálico al rojo vivo, la foto es algo borrosa pero diría que el chico es Alfa. Me fijo mejor en el palo y sé lo que es, nunca lo he visto de cerca ni sé cómo se llama, pero en las películas miles de veces, lo usan para marcar el ganado, pero no hay ganado que marcar en la foto, son ellos alrededor de la hoguera en una noche cerrada. Y entonces me fijo en sus brazos y veo la marca, y veo los ojos enloquecidos de Mike y su brazo enrojecido con una marca negra. Cierro el álbum de golpe y miro al techo del despacho. ¡Cielo Santo! ¿En qué estaba metido mi hermano?

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