Sinceramente no me puedo creer que sea el
mismo pié, no me duele y ando por la casa con paso inseguro pero ligero, no
duele. He hablado con mis amigas por el whatsapp y no les he contado nada de
mis vecinos, estaba dispuesta a hacerlo pero en el último momento me arrepentí.
Es curioso, ahora oigo sus pasos sobre mi cabeza e incluso he visto varias
veces salir a Zeta de su casa, espío por la mirilla, creo que sabe que lo hago
porque antes de cerrar veo una sonrisa burlona dibujada en su rostro pecoso.
He sacado a López después de la cena y sigue
el mismo silencio entre mis vecinos, persianas bajas y alguna que otra luz
apagada entre cortinas oscuras. Nadie pasea ni entra ni sale. Me he cruzado con
el guarda que me acompañó el primer día y me ha dicho que cerraran antes la
puerta de acceso al monte, que si quiere salir López le lleve al recinto de
perros que hay detrás de mi piso pero dentro de la urbanización. No me ha
indicado el camino, ni falta que hacía, porque aquí el lindo pulgoso salió a la
carrera como si comprendiera la conversación que acababa de mantener. Nunca he
practicado tanto deporte como desde que vivo con este saco de pulgas, me paso
todo el día con la lengua fuera corriendo tras él.
Al regresar a casa iba acariciando la verja
de acceso al monte cuando López se ha puesto a ladrar y gruñir hacía un rincón
oscuro fuera del recinto. He agudizado la vista y no veía nada pero él no
dejaba de erizarse y babear. Le acariciaba el lomo intentando calmarle pero era
un esfuerzo infructuoso porque con cada caricia se inquietaba más, se ponía
ante mí y me empujaba con el culo lejos de la verja. Su aptitud protectora y
esa imagen fiera de él, empezó a asustarme, desde que vivo en esta casa tengo
los nervios de punta.
-López, no hay nada ahí, no estés asustado.-
me tiemblan las piernas y me sudan las manos. Él tiene miedo a un punto del
monte y yo experimento las sensaciones e idea que él me sugiere y termino con
los pies anclados al suelo y viendo peligros donde no hay más que una enorme
sombra. Señor estoy siendo sugestionada por un enorme perro pulgoso.
-López tranquilo.- una orden dada con firmeza
hace que se calle, mientras que yo rompo el silencio con un grito angustiado.-
¡Lo siento!
-¡Jopeta! Me va a dar un infarto…- digo
agarrándome con fuerza la cazadora allí donde mi corazón lucha por escaparse.
Siento en los oídos cada latido, incluso en mi estómago siento la taquicardia que
me está dando.
-Me he acercado al escuchar los ladridos de
López.- Zeta viene de correr con una camiseta raída y un pantalón corto
deshilachado, sinceramente parece sacado su vestuario de una película de
zombis.- ¡Vamos, os acompaño!
Ya en mi puerta Zeta se despide con un
movimiento de cabeza y se mete en su casa sin decir nada más, no hemos hablado
en todo el camino y no ha dejado de mirar a nuestras espaldas cada paso que
dábamos, lejos de tranquilizarme su presencia, estoy más alterada. Yo encojo lo
hombros mirando a López, no entiendo a mis nuevos vecinos pero él parece
comprender la situación, hay un brillo de inteligencia en sus enormes ojos marrones.
Me he preparado palomitas y nos hemos puesto
a ver una película, hoy es viernes y es un ritual que tengo desde que era niña.
A lindo pulgoso le gustan las palomitas y he decidido prepararle otro bol,
mejor dicho le he dado el mío después de pillarle metiendo el hocico y tragando
a puñados. Me hubiese metido en la cama derecha pero tengo un estado de ánimo
muy quebrado, y creo que una buena peli y unas palomitas me levantarán esta
moral que cada hora que paso en esta casa está más baja. Hemos zapeado por las
distintas cadenas y no había nada de interés, ya sentía el fracaso en la yema
de mis dedos al pasar de un canal a otro sin ningún éxito, cuando hemos dado
con algo que a López le ha parecido interesante, estiró las orejas y ladeó la
cabeza, asique decidí dejar el mando y centrarme para coger el hilo de la
historia. Enseguida pillo de que va el largometraje, es una historia de miedo
que se titula “Caperucita Roja”, las casualidades empiezan a ser cargantes.
Aquí la historia se centra en el amor de una dulce jovencita por un muchacho
pero ella está comprometida en matrimonio con otro, más del gusto de su padre.
El pueblo mantiene un pacto desde hace siglos con una especie de licántropo y
cada cierto tiempo le ofrecen en sacrificio a una hermosa joven. López no
parpadea e incluso se altera cuando sale a escena el licántropo y ataca a medio
rodaje, yo me cubro con la almohada y emito grititos de pánico con cada susto
inesperado. No tengo mucho juicio, tenía que cambiar de canal pero me engancho
con una película que me da miedo. Ya están los créditos en pantalla cuando me
quito de los ojos la almohada y veo a López caminar hacía la cocina estirando
las patas, ha disfrutado de lo lindo, no sé porque lo sé pero lo presiento.
No puedo dormir, estoy muerta de miedo,
incluso las pisadas de Beta sobre mi cabeza, las cuales antes no escuchaba, me
parecen una clara amenaza. Cuento ovejas, vacas, cerdos y cabras, pero el sueño
no me alcanza. En alguna de mis numerosas vueltas y colocación de almohada me
he dormido. No estoy segura si son producto de mi sueño alterado donde corro
por un bosque perseguida por un enorme lobo negro, escuchó que algo de cristal
se rompe en muchos pedacitos. Yo sigo moviéndome en la cama y enredando mis
pies en la sabana cuando siento un aliento en mi oreja y un roce suave en mi
mejilla, es un tacto delicado, aterciopelado. La neblina de mi sueño se
desvanece con un gruñido fiero y un ladrido amenazador, reconozco esos sonidos.
Abro los ojos con lentitud y veo la imagen recortada de López en la puerta,
flexiona sus patas y salta sobre la cama, me cubro con el edredón como si esa
simple tela me pueda proteger del gran peso que me pisotea las piernas y la
tripa. Grito y maldigo. Consigo escapar con mucho esfuerzo de las pisadas de
López que no deja de saltar sobre la cama y me tiro al suelo. Me arrastro por
la moqueta camino del pasillo, pero algo me coge del pelo y me golpea la cabeza
contra el marco de la puerta. Todo se hace oscuridad.