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Capítulo 5




En la cama cojo el segundo libro que descansa en mi mesilla. “Hansel y Gretel” pero lo curioso de este tomo es que la historia está datada en la Edad Media, los hermanos Grimm son muy posteriores. Ojeo las hojas y veo nuevamente las reflexiones de mi antecesor en los márgenes de las hojas y no puedo evitar leer palabras sueltas: Sádico, cruel, madrastra… Y empiezo una lectura inquietante que no tiene nada que ver con la versión que me leía mi madre antes de irme a la cama.
-Es el paso a la madurez tras un ritual de iniciación como es la incursión en la profundidad de un bosque oscuro y tenebroso.-reparo en la semejanza que hay entra esta idea y la del cuento de Caperucita Roja que debe atravesar el bosque para llegar a casa de su abuelita. Curioso y sigo leyendo.- Los padres de estos adorables niños temen por su vida, hay mucha hambre como resultado de años de castigo: enfermedades como la peste y las malas cosechas,  llevan a la escasez de alimentos.- en el margen alguien escribe, canibalismo por su parte o por la de otros vecinos.- ¡Joder! que retorcido, ¿Qué padre puede siquiera pensar en comerse a su hijo? Bueno los vecinos no lo veo del todo descabellado pero unos padres.
He terminado el libro con un nudo en el estómago, los niños en esta versión no regresan felices a sus casas con los tesoros de la bruja. Estos niños se encuentran en el bosque con la sombra del hambre y con los huesos de muchos más que como ellos fueron dirigidos hacía la muerte segura por unos padres con instintos caníbales. Sinceramente esta lectura me pone los pelos como escarpias y los ojos como platos. Desde la puerta siento la presencia de López que me mira fijamente.
-¿Qué clase de perturbado es Mike? ¿Cómo puede leer esta bazofia? –López mueve la cabeza inclinada de un lado a otro, como intentando comprender lo que tanto me preocupada de un libro.- Me da miedo saber cuál es el tercer libro.
Apago la luz e intento dormirme, pero él sigue plantado en la puerta observándome. Le grito que se acueste que no son horas de mantener un duelo visual. A los pocos minutos se pone en pié y se dirige hacía el salón y yo me dejo mecer por el sueño. Seguro duermo como un bebe después de las carreras de la mañana y de la tarde de vigilancia infructuosa que he mantenido para pillar a algún vecino.
Nuevamente estoy en mitad del bosque rodeada de niebla, oigo los gritos de la gente que buscan a alguien entre matorrales y zarzas. Yo no voy con el grupo, yo no busco a nadie, yo intento aumentar la distancia entre ellos y yo, alejarme lo máximo posible,… soy la presa, tardo en comprender que debo correr sin mirar atrás y sin parar. Se escuchan disparos y corro. Con cada disparo que silba el aire un trozo de un troco sale disparado tras impactar el proyectil, tiran a matar, no son avisos, quieren darme caza. Me duelen los pies y los miro, voy descalza y están sangrando, tengo astillas y piedras clavadas en las plantas. ¡Dios mío! La distancia se acorta y escucho sus voces llamándome por mi nombre “¡Adelis! Es inútil huir”. Intento mover mis piernas con rapidez pero no avanzo como debería, soy lenta y torpe. Lloro porque no sé donde esconderme, no sé por dónde ir. Llego a una encrucijada, ambos caminos parecen igual  de terroríficos, derecha o izquierda, izquierda o derecha. Un nuevo disparo me da en el hombro y opto por la derecha, cualquiera era igual de bueno y de malo. Me están dando alcance, ya siento sus alientos en mi nuca y sus manos agarrándome con fuerza, de las sombras de los árboles salen dos grandes lobos, uno negro con el reflejo de la luna en sus pupilas y otro blanco con ojos plateados, no tengo escapatoria, no tengo donde ir. Ellos también avanzan hacia mí a gran velocidad y entonces saltan sobre mi cabeza, cierro los ojos y me sobresalto al escuchar el despertador de mi móvil.
-¡Oh! No me lo puedo creer.-estoy empapada en sudor. Saco la cabeza de debajo del edredón y los ojos de López se clavan en los míos.- ¡Jopeta! Me vas a matar de un infarto. No puedes respetar la intimidad de una chica. Ve a tu cama y espérame allí.
López se rasca con fuerza detrás de la oreja derecha y se sacude la melena. Le lanzo un almohadón y él me enseña su dentadura. Seguidamente se pone en pié y sale de la habitación muy digno.
-Eres un saco de pulgas, procura rascarte en tu cama y no cerca de la mía. Me has llenado la moqueta de pelos y seguro que tienes garrapatas.- ladra desde el salón.
Tengo el chándal preparado, me visto deprisa y me hago una precipitada coleta, me calzó las zapatillas y salgo a la carrera hacía la puerta. López ya está dispuesto para acompañarme. No puedo ir de espía con semejante mamotreto de perro, será imposible pasar inadvertida u ocultarse con tal bola de pelo. A pesar de mi negativa, López no se retira ni un centímetro de la puerta y no puedo abrirla. Sus ojos me dicen:” O vamos juntos o nos quedamos”. Está claro que tengo perdida todas las batallas con este cabezota. Me rindo, levanto las manos en alto y se retira para que yo pueda abrir y salgamos los dos camino del garaje.
Hemos llegado y no nos hemos topado con nadie. Todo sigue en silencio, incluso el garaje está vacío de gente no de coches. La iluminación es increíble, el suelo de granito está limpio, ni una gota de aceite o gasolina. No hay golpes en las paredes ni en columnas, parece recién pintado, es lo más bonito en garajes que haya visto nunca. El garaje del padre de Paula, que nos llevaba al colegio los días de lluvia, era un sitio sucio y mal iluminado, en el suelo había todo tipo de manchas de aceite, gasolina, barro, vomitonas y siempre pensamos que alguien mocionaba por las esquinas porque olía a orina que tiraba para atrás; y a tubo de escape, que se me olvidaba. Los coches eran viejos y estaban llenos de rozaduras, pues aquel sitio no solo era estrecho sino que tenía las columnas puestas estratégicamente para que nadie saliese ileso. Nada que ver con la amplia sala que tenía ante mí, si me hubiesen enseñado fotos hubiera dicho que era la sala de exposiciones de un concesionario de coches de lujo.
Nos vamos ocultando tras los vehículos que están estacionados, son todos grandes coches, marcas de las caras, no podía ser de otra forma teniendo en cuenta el lujo de la urbanización. En un lado hay solo coches y en el otro motos. Veo un Ferrari y no puedo evitarlo me acerco y me hago un selfie, que cuelgo en mi facebook inmediatamente. No puedo poner mi estado porque escucho pasos, son varias las personas que bajan en silencio por la escalera. Miro mi reloj del móvil, son las seis de la mañana. Me escondo. La puerta se abre y escucho un ligero murmullo, hablan tan bajo que no entiendo lo que dicen, entonces me doy cuenta que López no está junta a mí.
Le busco sin revelar mi escondrijo, pero esa enorme masa de pelo no aparece en mi campo de visión. Me tiro al suelo y recto hasta un coche cercano. Por los bajos del coche sigo sin localizar a López. Las pisadas están más cerca y las palabras son más legibles. Discuten sobre el problema que tuvieron ayer en el gimnasio y que tienen que extremar las precauciones, las cosas en estos momentos son muy delicadas como para seguir tapando cuerpos con arena. ¿Cuerpos? ¿Qué cuerpos? Me recorre un sudor frío por la columna vertebral, quién me mandaría a mí espiar a nadie. La gente no se esconde tras las cortinas ni las persianas y quien lo hace es porque tiene mucho que ocultar.
Escucho las pisadas de López detrás de mí y me giro. Le veo por los bajos de los coches acercarse a los tres hombres que caminan por el medio del garaje. Llevan zapatos de vestir negros dos de ellos, el tercero unas grandes botas militares, pero los tres visten con pantalón de traje. No me atrevo a asomar más la cabeza por si me localizan.
Escucho palabras sueltas que intento enlazar y dar sentido: dentro de tres días pasará algo gordo y tienen que estar alerta si no quieren perder el negocio. Mi cabeza es como una olla a presión, esto es cosa de la mafia, bandas rivales rivalizando por ampliar su zona de trabajo, muy de las películas a las que estoy enganchada, de algún sitio los guionistas tienen que sacar sus historias y yo he metido mis narices de lleno en una. Me veo con unos zapatos de hormigón hundiéndome en el Manzanares. En esto estoy cuando escucho una voz muy masculina sobre mi cabeza.
-¿Tú eres la que estás cuidando de López?- no me atrevo a levantar la cabeza, el saco de pulgas ladra confirmando.
-¿Qué haces en el suelo?- otra voz algo más barítona pregunta mientras yo respiro profundamente para coger valor y enfrentarme a mi destino.
-Buscaba las llaves de mi coche…- la sangre se hiela en mis venas, las palabras se atragantan en mi garganta y un calor sofocante inunda mis mejillas.
Son tres impresionantes hombres, altos, altísimos, dos de ellos morenos con penetrantes ojos verdes y uno rubio con ojos azul hielo. Vestidos con trajes de chaqueta y con una cazadora de cuero sobre los hombros. Sinceramente estoy soñando. Son modelos y no mafiosos. Es el típico sueño del que no quieres despertar, pero hace un rato escuché mi despertador y bajé al garaje, pero todo puede ser un sueño, yo sigo en la cama, estos hombres solo existen en las revistas o en el calendario de los bomberos de los Ángeles de Estados Unidos, no de San Rafael, que tampoco sé si tienen cuerpo de bomberos que hagan calendarios navideños con escasa ropa,  o en mi imaginación que se dispersa. Me pellizco con disimulo y duele, no puedo evitar fruncir el entrecejo, me he hecho daño, ¡Cáspita! López ladra y salgo de mi ensimismamiento. Me han estado hablando pero no sé qué me han dicho, les miro con cara de flipe y ellos se miran entre sí.
-¿Estás bien?- yo asiento- Este es mi coche, ese el de Alf y aquel el de Luis. Si buscas el coche de Mike, es el primero, el BMW negro de la esquina.
-Muchas gracias. Quería comprobar si Mike dejó el coche para que yo lo pueda usar…- sonrío con esa sonrisa de idiotizada que se me pone cuando miento.
-¿Tienes carnet?-pregunta el más alto de los tres, parece el jefe, hasta este momento se ha mantenido algo más retirado y no parecía mostrar mucho interés en mí. Es curioso, sus ojos antes verdes, ahora parecen grises.
-No, sí… bueno estoy en ello.- digo mirando hacía un punto en el infinito para que no se pille mi gran mentira. Me presente varias veces y en cada una de ellas tuve un accidente sin importancia que sirvió para ponerme el sello de:”No apta”.
-Te pareces mucho a tu hermano.- dice el rubio alejándose hacia el Ferrari, de su bolsillo saca la llave y desaparece en su interior. Me quedé alelada cuando mencionó a mi hermano. Iba a preguntarle qué de que le conocía, pero arrancó y salió marcando rueda por la rampa.
Cuando me quise dar cuenta los otros dos habían hecho tres cuartos de lo mismo y me encontraba sola con López que comenzó a ladrar y a dar saltos inquietos. No me lo podía creer, salió a la carrera tras los coches y yo voceando tras él. ¿Todas las mañanas iban a ser iguales?, yo corriendo tras un perro enorme con malas pulgas.

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