Vengo destrozada de correr detrás de López,
yo no tengo muy claro quién sacó a quién. Me he cruzado con corredores anónimos
que no dudaron en girarse para ver mi desesperación dibujada en el rostro y
para comprobar que el hedor procedía de mí. El silencio relajante del monte se
ha visto alterado por mi vocerío llamando a un perro que esta totalmente sordo.
Tengo dolor de flato y me cuesta respirar por la nariz y la boca, me duele la
garganta con cada bocanada de aire que aspiro. Seguro que el lindo pulgoso
descansa en el felpudo de la puerta esperando mi regreso lastimero.
Entró al recinto de la urbanización por una
puerta metálica que está abierta de siete de la mañana a nueve de la noche, eso
reza el cartel que cuelga en ella. Ni un alma. Mires donde mires no hay nadie a
quien saludar. Las persianas están todas subidas y alguna ventana abierta pero
fuera de eso parece que estoy sola en el mundo después de una explosión
nuclear. Se escucha la depuradora de la piscina y el piar de los pájaros, si no
fuera por eso pensaría que soy la única superviviente de un universo vacío.
López está haciendo de las suyas, mejor dicho
ha hecho de las suyas. Viene por un camino de arena todo mojado, como recién
salido de la ducha. Le llamo a voces alterando la paz del recinto. Cuando llega
a mi altura se sacude la melena y me deja empapada, no he tenido tiempo de
reaccionar.
-¡Serás capullo! ¿Qué has hecho ahora?
Desciendo por donde él acaba de aparecer y
tras unos macizos de grandes adelfas de varios colores veo la piscina. En el
centro de un agua cristalina con bellos reflejos azules, hay una gran mancha
negra de pelos, restos de sus heces y el barro de sus enormes patazas, porque durante
toda nuestra persecución se rebozó en todos y cada uno de los charcos que
encontró a su paso. Grito tirándome de los pelos y suplicándole a Dios piedad
por todos mis pecados. Esa gran masa de pelo negro, esa bestia es un castigo
excesivo para cual sea mi pecado. Me dejo caer de rodillas al borde la piscina
y enumero todo lo que tengo que limpiar, y me fatigo solo de pensarlo, mi
naturaleza perezosa no soporta esta agitación. Me siento desfallecer. Y
entonces empieza a ladrar como un loco. Ladra al aire, ladra sin razón o por lo
menos para mí no la tiene. Le ordeno que se calle pero no cesa en su empeño de
romperme lo tímpanos. Su ladrido taladra mi cerebro, es un martilleo cada vez
más profundo y más elevado. Me pongo en pié, y miró a las ventanas. Nadie se
asoma y nadie protesta, pero siento como me miran detrás de las cortinas y
entre los agujeros de las persianas.
Corro hacía casa seguida por López que no
deja de ladrar. Paso por encima de toda esa porquería y me deslizo cual pista
de patinaje, subo de dos en dos los peldaños, sigue ladrando sin darme
cuartelillo pero ahora es infinitamente peor, el eco me devuelve multiplicado
por dos los ladridos de mi bestia negra. Abro precipitadamente y le obligo a
entrar en casa. Cesan los ladridos, va derecho a la cocina y se pone delante de
un extraño aparato que emite un sonido de tres pi-pi-pi, y suelta una ración de
pienso sobre un bol de acero inoxidable. López comienza a comer y llega la paz.
Y yo me dejo caer de rodillas con la barbilla pegada al pecho, estoy muerta.
Escuchó pasos al otro lado de la puerta
principal, la he dejado entre abierta. Alguien quita las llaves de la cerradura
y veo el rostro risueño del conserje.
-¿Se encuentra bien?- en sus ojos hay tanta
compasión que me invade una profunda tristeza.
-Sí. ¿Se ha quejado algún vecino? Le puede
trasmitir mis disculpas. Limpiaré todo lo que este saco de pulgas ha manchado.-
gruñe con la boca llena y sin levantar la vista de su comida.
-Nadie se ha quejado. Y no se preocupe por la
limpieza, ya he llamado para que adecenten el portal y limpien la piscina.-me
tiende la llaves que dejé puestas en la cerradura.- Los vecinos están avisados
de su llegada y no tiene que inquietarse.
-¿Avisados?
-Es una… costumbre.-Miguel se iba a retirar
cuando le detuve cogiéndole del brazo.
-¿Dónde está todo el mundo? No se escucha
ningún ruido ni veo movimiento, es como si estuviese sola.
-Le garantizo que no está sola. La mayoría se
han ido a trabajo, algunos están corriendo por el monte y otros andan enredados
en el garaje con sus coches, encontrará a unos pocos en el gimnasio que está
debajo de las pistas de tenis y pádel. Le aconsejo que vaya, hay una piscina
climatizada, un spa y un fisiomasajista.
-Hoy no tengo fuerzas. Me voy a duchar y a
tirar estos pantalones en la basura.-Miguel me dedicó una sonrisa tierna y sale
de mi nuevo hogar.
López pasa por mi lado camino del salón, se hace
un ovillo y parece dormirse al instante. A los pocos minutos escucho sus
ronquidos mientras me preparo un baño caliente. Pongo mi móvil a cargar que ha
muerto y me sumerjo en un baño de espuma.
Tengo una facilidad tremenda para dormirme,
despierto sobresaltada, a los pies de la bañera López me observa fijamente,
cojo una esponja y se la lanzo a la cara: ¡Fuera! le grito y por una vez me
obedece, sale a la carrera camino del salón. El agua está helada y yo
tiritando.
He colgado las fotos del estropicio de López
en el facebook, como estado algo sencillo:” ¡Hasta la coronilla!” Espero que lo
veo Mike y se dé cuenta que este animal es un cerdo y un asno. Después de mucho
pensar y darle vueltas me he atrevido a preguntar a mis amigas, pero por
Whatsapp, cómo pudo Mike saber que tenía un perfil abierto en la red. Me han
dicho que porque asocié el móvil y todos mis contactos recibirán un mensaje
diciendo que tienen una amiga que quizá conozcan. No me ha gustado nada
saberlo, tuve un problema con un tío en la facultad que mal interpretó la
amabilidad y educación con el amor, le tuve que dar un corte delante de un
grupo de amigos y me puso una cruz negra en su agenda.
Durante mucho tiempo me estuvo mandando
mensajes salidos de tono y puso carteles injuriosos por la facultad sobre mi
persona. Luego todo se calmó, pero una calma que precede a la tormenta, me
cruzaba con él y miraba hacia otro lado, no me insultaba ni me ponía caras.
Hasta que una noche saliendo de la biblioteca me encontré mi bicicleta
pinchada, cargué con ella y me dirigí a casa, estaba casi llegando cuando alguien
se acercó por mi espalda y me agarró por el cuello. Me zarandeó y me arrastró
hacía un portal, estaba aterrada y tenía la seguridad que era él por su
inconfundible colonia. Le grité que me soltara y forcejeé todo lo que pude. Se
escucharon ruidos en la escalera y un voz masculina preguntando qué sucedía,
saqué un hilillo de voz pidiendo auxilio y el hombre bajó corriendo, mi
atacante huyo. Dos días después Mike me
obligaba a empaquetar mi casa y a irme a vivir con él. Casualidad o no.
Me aseguran que no tengo nada que temer que
anda por la facultad molestando a otras, que de mí ni se acuerda, que no me
localizará si yo no lo acepto como amigo, que me olvide de todo lo sucedido.
He prometido mandarles una foto de López pero
el muy desgraciado cuando le muestro el móvil me gruñe con más fuerza y se gira
violentamente, ya le pillaré distraído. Suena el teléfono, Mike que me pregunta
si estoy cómodamente instalada, si me gusta la casa y si me llevo bien con el
pulgoso. He sido sincera en todo menos en López, le he dicho que somos íntimos,
que hemos dado un largo paseo por el monte y visitados las instalaciones
comunitarias, que es dócil y obediente y pulcro en sus necesidades
fisiológicas. Se alegra de saberlo, estaba preocupado, me asegura que es muy suyo.
¡Qué va! le digo yo con un rin tintín, es un verdadero cabrón pienso con los
dientes prietos para no soltarlo. No quiero preocuparle, está al otro lado del
mundo haciendo sabe Dios qué, como para darle más peso del necesario en las
espaldas. Supongo que antes o después nos entenderemos, más tarde que antes. Antes
de colgar me dice que no podrá llamarme en unos días que no tiene datos y no
podrá vigilarme, que le gusta mis reflexiones sobre mi nueva vida, las que
cuelgo en el facebook, que continuará leyendo en cuanto pueda. Que si necesito
algo acuda a sus amigos, qué si me han gustado y cuando voy a contestar que no
sé de qué habla, se corta.
¿Amigos? ¿Qué amigos? Quizá esta tarde venga
alguien, ayer llegué entrada la noche.
Esperaré en casa, seguro a la salida del trabajo vienen a conocerme y ofrecerme
su ayuda en lo que sea necesario, podría convencerles para que se lleven al
lindo pulgoso.
Son las doce de la noche y no ha venido
nadie, salí dos veces con López al monte y no me crucé con un alma, sin contar
a Miguel que vino a decirme que se iba a su casa. Las persianas se han ido
bajando a lo largo de la tarde y según avanzaba la oscuridad. Ni un ruido ni
una sola persona caminando por la urbanización. He cerrado la puerta con llave
y después de cenar me he ido a la cama con otro libro de Mike. Pienso madrugar
y bajar al garaje para pillar a alguien antes de irse al trabajo. Estoy
pensando que estoy sola, aunque en realidad creo que juegan al ratón y al gato
conmigo, siento miles de ojos vigilándome tras las puertas, cortinas y
persianas, no estoy loca, siento los ojos clavados en mi espalda cada vez que
salgo por la puerta, no me confundía con López y creo que no lo hago si digo
que me están espiando a todas horas.