Oigo en la lejanía el sonido de un teléfono
que no deja de sonar, termina despertándome pero me cuesta alejar el sueño,
levantar los parpados es imposible, parecen estar pegados con cola. Consigo
abrir el derecho pero veo borroso, no soy capaz de definir la imagen que tengo
ante mí, parpadeo varias veces y centro mi vista en dos luces brillantes que me
miran fijamente. Grito con todas mis fuerzas y me escondo debajo del edredón.
El teléfono vuelve a sonar. Alguien se mueve por la habitación, en el fondo lo
sabía, mi subconsciente me prevenía de que no estaba sola. No sé si llorar o
gritar pidiendo ayuda, pero quién va a socorrerme. Intento pensar en lo que
acabo de ver, eran dos ojos brillantes que me observaban. ¡¡Uff!! Anoche me
acosté después de leer un libro terrorífico sobre un lobo que descuartizaba a
una abuelita y se la sirve en bandeja a su dulce nietecita. He dormido envuelta
en pesadillas de lobos, no es de extrañar que me levante imaginando que hay uno
en mi habitación.
Visualizo una vela y recobro la calma. El
teléfono no deja de sonar.
Asomo la cabeza a los pocos minutos de
establecer mi paz interior y de liberarme de los últimos restos de sueño que me
atan al colchón. No hay nada ni nadie al pié de mi cama, ni en ningún rincón de
mi habitación. La luz del sol se cuela por los agujerillos de mi persiana mal
cerrada. Debo de salir de la cama y buscar ese maldito aparato que no deja de
llamarme a bocinazos. “¡Cógeme, cógeme!” me grita desde la distancia. Agudizo
el oído y voy siguiendo su sonido por la casa. Abro puertas y subo persianas.
Ni me paro a mirar por las ventanas, estoy hasta el gorro de escuchar ese
sonido.
El sonido proviene del salón, está totalmente
a oscuras ni una luz ni el interruptor de las narices aparece. Me decido a
lanzarme a la más absoluta oscuridad en busca de una ventana y su dichosa
persiana, necesito luz para no morirme en el intento de hallar un teléfono que
ha dejado de sonar. Tropiezo con varios muebles pero con los brazos totalmente
extendidos y las manos palpando cada tramo de aire, me siento imbécil. Por casi
me caigo al suelo cuando mis pies se han enredado en una manta o algo similar,
me ha parecido escuchar un gruñido cuando he lanzado el objeto de una patada a
algún rincón del salón que parece no tener fin.
Por
fin he llegado y toco lo que me imagino es una cortina, detrás de una cortina
hay una ventana y muy cerca la persiana. No he errado ni un centímetro, tiro
con fuerza y voy levantando lentamente la persiana, es gigante y pesa mucho. La
vista es impresionante, se ve una gran extensión de monte, alguna chimenea a lo
lejos pero si no reparas en ello parece que estoy en mitad de un bosque de
encinos y pinos. Precioso.
No puedo creerlo, acabo de escuchar pisadas
tras de mí y el aliento jadeante de alguien que me observa nervioso. Miró con
disimulo hacía abajo, quizá pase una persona a la que pedir ayuda. No tengo
nada a mano con lo que defenderme si me ataca. Suena de nuevo el teléfono, es
mi única esperanza llegar a él y pedir ayuda, estoy segura que no estoy sola.
Está arrastrando algo por el suelo. ¡Madre mía! Salgo de detrás de las cortinas
y me lanzó sin saber muy bien dónde voy,
tras el sonido repiqueteante del aparato que ahora será mi salvación. No
miró hacia atrás por miedo a quedar paralizada, pero veo un bulto negro por el
rabillo del ojo que se lanza por los aires. Mis yemas de los dedos han tocado
el aparato y ambos hemos caído al suelo, él desmontándose en mil piezas y yo
con un fuerte dolor en las costillas.
Mi cara está empotrada en la moqueta de color
crema y mis brazos en cruz no pueden moverse, un gran peso en mi espalda me tiene
inmovilizada y el miedo paralizada. Siento un vaho cálido en mi nuca, y una
sensación húmeda y viscosa recorriendo mi cuello. Entonces escuchó un gruñido.
Intento levantar la cabeza y mirar por encima de mi hombro. Una enorme pata
peluda está sobre mi omoplato y cuando hayo una intentona de girarme para ver
algo más, vuelve a gruñir, agacha la cabeza mostrándome una gran dentadura
blanca de la que cae una enorme cantidad de babas sobre mi mejilla y mi oreja.
¡Qué asco! Solo me atrevo a pensar que lo que sea que tengo sobre mí es
demasiado real para ser un producto de mi imaginación, ¿estaré todavía dormida?
Escucho en la distancia a alguien forcejear
con la cerradura de la puerta. Pasos precipitados y una voz que no conozco de
nada me llama:” ¡Señorita Adelis!” Pero tengo miedo de contestar, tengo miedo
de moverme y que esa gran bestia negra me muerda la cara. Alguien entra en el
salón y grita al verme en tan delicada situación.
-¡López! ¡Aléjate de la señorita o Mike te
castigará una larga temporada sin paseos por el monte!- la enorme bestia negra
se lo piensa dos veces y decide bajarse despacio, pero no se aleja de mí por si
en el último segundo cambia de idea y me arranca la cara de un bocado.-
Señorita se encuentra bien. La culpa es de esos dos vagos de seguridad, les
dejé bien clarito que subieran con usted y le presentaran a López. Es un buen
animal pero comprenda que usted es una extraña en su casa. ¿Lleva toda la noche
en el suelo?
-Solo unos segundo pero me han parecido
horas.- miró de reojo a López que inmediatamente me enseña sin gruñir sus
grandes dientes.- ¡Qué feo es!
-Terminará acostumbrándose.- ríe el hombre
vestido con traje de chaqueta, parece un chofer o algo parecido.- Soy Miguel el
conserje. Ayer no pude esperarla, se puso mala mi mujer y me tuve que ir.
-No se disculpe, fue todo culpa mía. Me perdí
por Madrid y me dieron las mil.- mantenía un duelo con López de quién aguanta
más sin parpadear, que ganaba él sin problema.- ¿Qué raza es?
-Es un perro lobo ibérico. El Señor Mike le
tiene mucho cariño, dice que es lo único que no le podrán quitar.- encogió los
hombros y me ayudo a ponerme en pié.
-No me extraña, ¿Quién quería a ejemplar tan
feo?
-Es muy inteligente y un fiel amigo, va a
estar usted en muy buenas patas. En cuanto estrechen lazos no tendrá mejor
protector.- rio mientras se dirigía hacia la puerta.- Si necesita algo no dude
en llamarme, marqué el número 1 en el telefonillo y acudiré en su ayuda.
-Y ¿Qué hago yo con este saco de pulgas?-
López me gruñe.
-No ofenda a López que tiene un corazoncito
muy sensible. Yo que usted, desayunaría deprisa y saldría a que hiciese sus
cositas en el monte o la veo recogiendo mucho popo y de lo otro, y un perro de
esa envergadura tiene que hacer mucho de todo.- salió carcajeándose sin disimulo.
Cerrando tras de sí la puerta y entonces veo la cadena moverse como un péndulo dentro
de su reloj de pié. Algo me inquieta de esa imagen pero no caigo, López me
observa con sus profundos ojos.
Me he quedado de pié con la vista fija en la
puerta y todos los demás sentidos puestos en el enorme perro negro que sin
cortarse un pelo me mira enseñándome todos los dientes. En dos ocasiones se ha
relamido y ha achinado los ojos dándole una apariencia peligrosa y fiera.
He sacado fuerzas de flaqueza y me he
vestido, lavado y desayunado, todo esto con la nueva sombra con la que creo que
voy a convivir. En la cocina he intentado conseguir su amistad y le he ofrecido una galleta mojada en leche, pero ni
se ha dignado a olfatearla, a continuado con su duelo de miradas.
No ha sido fácil volver a montar el teléfono
pero ya no suena. Al ir al salón he reparado en la gran colchoneta que estaba
en el suelo junto al sofá y en las mantas esparcidas a su alrededor, así como
mi pijama escondido entre todas esas telas llenas de pelos y babas. Él me mangó
mi ropa. Se lo reprocho y me gruñe.
No encuentro ni correa ni collar con el que
atarle para salir a pasear, he mirado en los armarios de la entrada y en los rincones
de la cocina pero no encuentro nada con lo que atar a esta gran bestia negra.
Él me sigue por la casa y se sienta a mirar como revuelvo y desordeno cada
rincón. Creo que sabe lo que busco y sabe dónde está pero el muy pulgoso se
divierte a mi costa. Voy a sacarle sin nada, da vueltas desde hace unos minutos
y mira la puerta con ansiedad.
-¿El perrito pulgoso se hace sus cositas?- me
ha mirado y he visto algo de tristeza en sus marrones ojos.- Pues a la calle
que no tengo ganas de limpiar pis de mofeta.
Esto último no le ha gustado porque me ha
mirado por el rabillo del ojo y me ha enseñado ligeramente un colmillo. No
entiendo como Mike puede estar encaprichado con algo tan feo y con tan mal
carácter.
Ha bajado por las escaleras a la carrera y yo
tras él. Nunca he sido buena deportista, yo practico sillón-sport con una
técnica inigualable, soy medalla de oro y campeona del mundo desde toda la
vida. Mi naturaleza perezosa sufre cuando corro o realizo una actividad que me
haga a transpirar. He tropezado tantas veces que me he visto con la crisma
empotrada en el suelo de mármol, está tan pulido que resbala cosa mala. Sólo se nos oye a nosotros dos en este
portal, es lo más parecido a un cementerio y creo que en esos lugares de paz
eterna hay más vida que aquí.
No me lo puedo creer, López ha hecho sus
cosas en la entrada. Una enorme y gigantesca montaña de heces con un hedor
nauseabundo y una mancha amarilla más parecida a un cubo de la fregona volcado
a mala leche que la meada de un perro, aunque sea un perro tan feo como éste.
Está sentado en la puerta y me mira fijamente, parece que me sonríe. Maldigo a
voz en grito, juro que le cortaré las pelotas cuando lo tenga al alcance de mi
mano y entonces se levanta. Se acerca lentamente a mí con los ojos achinados y la
boca cerrada, que da más miedo que cuando me enseña esa perfecta dentadura
blanca. Pasa por encima de sus excrementos, se para y pisotea todo bien,
seguidamente se pone a saltar y a esparcirlo todo por el blanco e inmaculado
mármol. No me lo puedo creer. Le grito y le insulto le llamo de todo, desde
pulgoso hasta le amenazo con hacerle picadillo y darle de comer a los cerdos
con sus entrañas.
Sacó mi móvil y hago fotos a todo, al suelo,
a las paredes, a los cristales e intento retratarle a él pero me quedo sin
batería.
-Se lo voy a mandar a Mike y te va a castrar.-
sigue con ese gesto de mofa.- Y ahora qué. No salimos a pasear, tengo que subir
a por un cubo y limpiar toda esta mierda.
López se da la vuelta se incorpora y agarra
el picaporte con la boca, gira la cabeza y abre la puerta, seguidamente sale
torciendo a la derecha y desapareciendo de mi campo de visión. Y yo atrapada en
lo alto de la escalera para que todo aquello no me salpique, pero no me queda
más remedio que salir tras él. Ese chucho repugnante es el amor de Mike, lo
único que no le quitaran y lo que más quiere, tengo que recuperarlo, se lo debo.
Resbalo y caigo de culo, esto es peor de lo que jamás hubiese soñado.