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Capítulo 19




He terminado mis clases, entregado mi trabajo que no tiene nada que ver con el contenido de la caja, pues no tenía sentido que escribiera un texto basado en el folclore del hombre lobo. En otro momento puede ser que sí, pero para presentarme, pues no. He usado un trabajo del año pasado que me valió para sacar un poco merecido “bien”, para mí era impecable de notable alto o más. Y ahora ando metida en una empresa imposible, buscar al dueño de esta caja que llevo todo el día cargando, aquel que se fue a por un bocadillo y nunca más se supo. Que similitud con la historia de mi padre que se fue a por tabaco y lleva veintidós años buscando un estanco. La intenté entregar en archivos pero la archivera grosera de ayer me dijo que ese material no era de la facultad. Me recordaba a mí dando por saco a la hora de su comida pero no recuerda al borde que me empujaba para acceder a archivos y deshacerse de aquel bulto con fecha límite.
Cargo con la caja camino a casa. Era como buscar una aguja en un pajar, y siendo sincera quiero seguir echando un vistazo a lo que contiene. Una chica se acerca y me tiende una publicidad sobre una fiesta en un local de moda de los bajos de Moncloa, según ella pasará a la historia y no puedo perdérmela. No me parece un mal plan, mis amigas no llegarán hasta el lunes, deben asistir a la fiesta de mi vieja facultad. Suspiro porque en el fondo mi pasada vida la añoro, la nueva es demasiada montaña rusa.
Y como ando en Babia me he subido al autobús equivocado y he terminado en la Calle de la Princesa y de milagro que levanté la mirada de los papeles de la caja que me tienen los sesos absortos. He tocado la campaña y bajado casi en marcha, pero ya no tenía ni idea de donde estaba.  He intentado volver por mis pasos pero no sabía por dónde se encontraban. Lo más lógico era encontrar una boca del metro. Estaba en la entrada del metro de Ventura Rodríguez cuando he visto a Alfa caminar con Beta por la acera de enfrente y he cruzado por el complicado tráfico con mi caja de cartón, que ganas me han dado de tirarla en un contenedor que he visto en la esquina. Han bajado por la calle de Luisa Fernanda y yo tras ellos, no tenía interés de ver donde iban, la finalidad era que uno de los dos se tirase el rollo y me llevase a casa, con mi puñetera caja de cartón. Les he visto desaparecer en la esquina de Martín de los Heros y aunque he apretado el paso cuando he girado no había rastro de ninguno de los dos. He pataleado sobre la acera, ahora sí que estaba jorobada, me había perdido de todas, todas. Me oriento pesimamente y todas las calles me parecen la misma. He continuado andando con la esperanza de que estuviesen en algún local o un golpe de buena suerte me iluminase.
La calle se corta con Ventura Rodríguez y me paro, es inútil seguir andando sin saber dónde voy. Dejo la caja en el suelo y extraigo mi móvil del bolsillo de mi cazadora, buscó el número de Alfa. Me lo dio por si volvía a ver al hombre del monte, no para usarlo cada vez que me pierda por Madrid. Soy capaz de regresar a casa, Dorothy lo consiguió y estaba en el maldito mundo de Oz, yo también.
Iba a regresar cuando veo a dos tíos mal encarados bajando cuatro escalones que llevan a una puerta de madera con oscuros cristales. Por fuera parece un pub pero no hay cartel que informe lo que se vende, qué se ofrecerá en tan oscuro local. Seguidamente pasan rozándome la manga de mi cazadora otros dos hombres de los que solo alcanzo a ver su abrigo negro y sus botas militares, como las que muestra Beta a diario, las usa para correr incluso para ir a trabajar. Espero unos segundos, miro a un lado y a otro por si alguien más se decide a bajar pero como nadie viene por la calle, me lanzo en el descenso de los escalones con el corazón encogido por la excitación. No puedo explicarme esa tendencia suicida a meter las narices donde nadie me llama. Empujo con suavidad la puerta y antes de meter mi cabeza observo si alguien me grita para que me vaya, pero no hay nadie, es un recibidor mal iluminado. Entro y dejo la caja de cartón en un rincón. Otra puerta como la primera, la cruzo sin pensar en los riesgos que puedo hallar al otro lado, es la adrenalina la que mueve mi cuerpo, me siento eufórica y dejo la cordura junto a mi caja, porque en vista del fracaso de mi búsqueda de su auténtico propietario, esa caja lleva mi nombre.
Es un pub con paredes revestida de madera que conoció tiempos mejores. La barra es una mezcla de madera y cuero rojo. Hay reservados pero todo está vacío, se escuchan voces tras una especie de escenario con grandes cortinas de terciopelo rojo. Ya no me siento tan segura, ni capaz. Empiezo a desinflarme y me pregunto qué puñetas estoy haciendo yo allí. Pero la voz de Alfa destaca entre el follón, es una discusión acalorada lo que me pareció una conversación entre colegas. Voy a ser como el gato que murió por su curiosidad pero lo hizo sabio.
Discuten sobre los cambios que se están produciendo, sobre el peligro que se cierne sobre ellos si no se preparan, que están perdiendo la vista sobre el objetivo a conseguir… ¿la luna?, juraría que han dicho “luna” pero tampoco estoy muy segura. Alfa intenta calmar las voces que se alzan, algunos están seguros que el cambio está aquí y otros dicen que es un señuelo puesto para destruirles. ¡Guau! No entiendo nada pero se acaloran peligrosamente. La cortina se mueve y me intento esconder pero exceptuando los reservados la sala es diáfana. ¡¿Qué hago?! Corro a uno de ellos y justo a tiempo me meto bajo la mesa. Dos hombres salen empujándose y agarrándose con violencia por el cuello de sus camisas, se golpean con las piernas y chocan las cabezas. Alfa media para separarles alzando la voz pero ninguno presta atención, están enfrascados en una disputa de puñetazos y patadas. Con uno solo de esos golpes, yo iría camino del hospital con una conmoción cerebral y ellos reciben y dan sin mostrar dolor alguno. Beta es el que pone fin a la pelea golpeando con el canto de la mano, la nuez de los dos hombres que tosen exageradamente, pero ninguno levanta su puño contra él, miran a Alfa que se acerca.
-¡Fuera! se terminó la reunión.- Beta parece contrariado ante la disolución de la reunión de una forma tan precipitada. Pero todos cogen sus chaquetas y abrigos de un perchero de la entrada y salen dejándome sola con ellos dos.- La curiosidad es una tentación que nos lleva a hacer cosas de las que no conocemos sus consecuencias.
-¿Cómo dices?- pregunta Beta que no comprende nada, pero Alfa levanta su dedo índice y me señala.
-¡Joder! Si la llegan a ver… ¡joder!- repite nervioso Beta que se golpea la cabeza y se frota el pelo.
-Me he perdido y… os he visto y me he dicho, para qué voy a coger un taxi si puedo ir de gorra en su Ferrari.- me imaginaba la escena desde fuera, yo saliendo de debajo de la mesa del reservado después de espiar tras una cortina. Patética. - ¿Me acerca alguno?
-No sé que más pruebas necesitan…-Alfa levanta la mano y le hace callar.
-Siéntate.- yo obedezco, no estoy para enfrentarme con Alfa que me dilapida con la mirada. La puerta se abre y entra uno de los hombres que estaba enzarzado en la pelea. Todo nos miramos y yo pongo cara de póquer.
-¿Es ella?- se acerca y pregunta a Alfa que afirma ligeramente.- ¿Eres su hermana?
-¿La hermana de quién?- le echo unos cincuenta años, fue o era boxeador porque tiene la nariz partida y la cara llena de cicatrices; sé lo que es un boxeador porque estuve yendo unos quince días al gimnasio de uno de ellos que daba clases de autodefensa, no me sirvieron de nada, tiré la toalla con el primer mal golpe que recibí de una guarra que intentaba llamar la atención del profesor.
-¿Mike está seguro?- interroga a Alfa sin dejar de mirarme.
-¿Qué si Mike está seguro que soy la hermana de mi hermano?- yo tenía otro concepto diferente de aquella gente, era un grupo de tarados alelados.- Sin ninguna duda.
El hombre parece satisfecho, coge de un taburete que está en la barra una cazadora de cuero y se la pone sin dejar de mirarme.
-Me la imaginaba diferente. Más atractiva, más espectacular.- petrificada me quedo, ni tiempo a responder  me da el hombre que sale silbando del local dejándome patidifusa.
-¡Será gilipollas! Se creerá un adonis el vejestorio. –Beta rompe en una carcajada sonora pero Alfa le mira con disgusto.- ¿Qué mierda os traéis con mi hermano?
-Llévala a casa y asegúrate que no siga fisgoneando detrás de las puertas ni ventanas.- Alfa se mete por detrás de la barra y desaparece tras una puerta.

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