He tenido una noche agitada, con pesadillas
sin sentido. Todos mis sueños empiezan corriendo por un espeso bosque
perseguida unas veces por hombres violentos con armas o palos y otras por dos
grandes lobos. Anoche tocaba ser perseguida por grandes lobos; como siempre
corro descalza pero esta vez iba cubierta con una fina sábana blanca, que
dejaba al descubierto mi cuerpo con generosas caderas. Llegué a un claro donde
crepitaba una gran hoguera y pensé que los lobos se detendrían al ver las
llamas pero me equivocaba, me dieron alcance y caminaron en círculos evitando
que reanudara la huida. No tenían unos ojos fieros como las otras veces, sino
algo más ladinos. El negro era el que mantenía la distancia pero al que mi
presencia despertaba más interés. El blanco solo tenía curiosidad por mi olor,
olfateaba el aire y se perdía observando el movimiento de las llamas, le
costaba mantener la atención sobre mí. El calor de la hoguera en mi espalda y
la mirada abrasadora del lobo negro hizo que nuestra distancia se acortara sin
perder un milímetro del trayecto. Me sentía arrastrada por su magnetismo por
sus ojos oscuros donde se reflejaba la luna llena, y entonces el lobo se puso
en pié sobre sus patas traseras y caminó dos pasos, su figura se emborronó y
mostró un cuerpo de hombre desnudo que caminaba hacia mí con determinación. No
era capaz de enfocar la vista y verle el rostro con claridad pero sabía que el
peligro que me hizo correr entre los árboles para salvar mi vida, acechaba
ahora vestido de piel de cordero. Pero ya no deseaba escapar. Y desperté justo
en ese momento cuando el libro que sujetaba sobre mi pecho, se deslizó al
suelo.
Recojo el libro y lo colocó sobre la mesilla,
“La gata del hogar” la versión más horrible de la dulce Cenicienta; como no
puedo dormir hago un breve resumen en mi facebook de mi atormentada lectura. Sara
me pregunta tras leerlo que hago despierta a las tres de la madrugada, lo mismo
podría decir yo pero estoy cansada y soy perezosa hasta para iniciar un debate
de quién puede o no estar desvelada a tales horas. Está entusiasmada con la
idea de venir a casa de Mike solo por la biblioteca que tan alegremente paso
por alto. Yo no paso por alto nada, la leo cada noche. Quizá por eso tenga
estas pesadillas. Aunque hoy no he leído nada de bosques ni lobos feroces. La dulce
Cenicienta en este cuento se llama Zezolla y es una preciosa adolescente
víctima de los malos tratos desde la niñez. Su madre muere nada más nacer ella
y es criada por una malvada madrastra que no duda en pegar a la pequeña
criatura con todo tipo de cosas, palos, cinturones, látigos… en fin. La novela
comienza con Zezolla planeando el asesinato de su madrastra, que consigue
ejecutar con éxito rompiéndola el cuello. El problema es que el padre decide
casarse con una mujer todavía más odiosa con seis hijas, las cuales no dudan en
maltratar a la pobre Zezolla obligándola a todo tipo de tareas tediosas en la
casa. Para abreviar, en esta versión macabra no hay hada madrina, sino una
palmera mágica que cumple a las mil maravillas con el encargo del dichoso baile,
con el traje, con el peinado, con el caballo blanco y las zapatillas de raso. Y
como siempre el condenado toque de queda, a las doce de la noche todo se esfuma
y al pobre Rey enamorado solo le queda la zapatilla de raso. Pero la brutalidad
del cuento no acaba con el asesinato de la primera madrastra a manos de la
dulce florecilla, que va, las hermanastras para calzar el zapato no dudan en
mutilarse dedos e incluso talones. Al final el Rey encuentra su preciado amor y
vuelan felices al castillo.
Me dice Sara que no le extraña lo más mínimo
que no pueda dormir y pensándolo bien, es cierto que este tipo de literatura me
inquieta, procuraré escoger algo más ligero para mi próxima lectura. Me despido
de mi amiga y apago de nuevo la luz con la idea de echar una cabezada.
Escucho golpes y gruñidos en el piso de
abajo, me concentro en ellos, no es una pelea como la que soñé la otra noche,
vamos a dejarlo en que todo aquello fue una pesadilla por no volverme loca,
pero no acabo de creerlo. Y vuelve esa curiosidad enfermiza que está naciendo
en mi interior a hacer de las suyas, me tiro al suelo y cojo el vaso de agua
que tengo vacio sobre la mesilla y me lo aplicó al oído y me concentro. Los
sonidos son muy lejanos. Voy arrastrándome por el suelo y desplazándome camino
del pasillo, cada vez se pillan más detalles. Tan concentrada estoy que no me
doy cuenta que entro en el cuarto de Mike y allí sí que capto con precisión
cada gemido, cada gruñido y cada embestida en la pared. Me entra una risa
floja, estoy espiando como Alfa y Orfibia se divierten en su habitación, lo mío
tiene que tener un nombre como viciosilla o…
Tengo un olor extraño en la punta de la
nariz, no lo reconozco, huele a pelo húmedo o ropa sudada, es un olor
penetrante y desagradable. Procede de debajo de la cama. Olfateo el aire, es
más nauseabundo de lo que soy capaz de describir; levanto con el dedo el
volante de la colcha, con mucho cuidado, qué puede haber dejado olvidado Mike
que produce tal pestilencia. ¡Señor! Meto mi nariz respingona y unas nauseas me
invaden, abro los ojos para buscar de donde procede y veo dos grandes ojos
brillantes que me miran. Sé que no es López, no puedo explicar porque lo tengo
tan claro pero lo sé. Grito llamándole, y aquellos ojos con destellos dorados
se achinan peligrosamente y escucho un gruñido; y grito y vuelvo a gritar, y
por el pasillo escucho las pisadas veloces de López y la cama salta por los
aires cae sobre mi cabeza el somier con el colchón y toda la ropa de cama.
Escucho los ladridos de López y luego sus gruñidos después una pelea con
mordiscos y un quejido que me lacera el corazón, es mi pulgoso que sufre y me desesperó por salir
de debajo de toda esa cama que pesa como un muerto y cuando lo consigo López
yace en el suelo herido con un enorme bocado en el lomo y ni rastro del otro
perrazo o lo que fuese. Las moqueta está sucia con manchas de sangre que salen
de la habitación y sigo las huellas con la idea de ver hacía donde se dirige.
Alcanzo la puerta cuando veo una figura erguida en mitad del pasillo, un hombre
con unas trazas salvajes que se gira para enfrentar mi mirada, me sonríe y
corre en mi busca. Cierro la puerta y echo el cerrojo, el golpea con fuerza y
las bisagras se mueven peligrosamente. Cubro a López con los restos
desperdigados de la cama y busco salida por la ventana. El cristal está roto,
fue por donde entro el hombre, descorro la hoja y me corto el pié con los
cristales que están en el suelo. Salgo al alfeizar al tiempo que veo como la
puerta sale volando por los aires y el hombre corre para atraparme, creo
escucharle decir mi nombre pero no voy a quedarme para comprobarlo. Me agarró
al saliente que rodea la ventana y grito pidiendo auxilio. La ventana de Beta
se abre sobre mi cabeza y asoma medio cuerpo. El hombre sale y me atrapa por el
tobillo y tira de mí hacia dentro. Veo una sombra caer ente ambos que me libera
de mi prisión. Beta no duda en empujarle con su bota militar y le arroja a la moqueta de la habitación, entra justo detrás de él y se escucha un
forcejeo y una lucha sin cuartel, pero no me atrevo a mirar, mis dedos se
escurren y estoy en una situación comprometida, me deslizo, me voy a caer al
vacío. Lloro buscando un agarre más suave cuando escucho mi nombre en un tono
desesperado.
-Adelis, no tengas miedo, estoy justo debajo
de ti. Abre los ojos y ve agachándote con mucho cuidado. Tengo mi mano
extendida cógete con fuerza a ella, no te dejaré caer.-la voz de Alfa es dulce
y cariñosa. Obedezco sin dudarlo. Me acuclillo en el alfeizar de la ventana
cuando siento la mano de Alfa tocar mi rodilla. Abro los ojos y allí está su
rostro, sonriéndome.- Confía en mí.
-Sí.- le digo asustada.
Me coge con fuerza de la mano, no puedo
mantener los ojos abiertos, siento demasiado miedo. Su mano se suelta de mi
muñeca y me sujeta fuerte de la cintura, después siento mi cuerpo caer
suavemente, deslizarme por el suyo hasta que mis pies tocan el alfeizar de su
ventana. Un gran estruendo se escucha sobre nuestras cabezas y caen cristales,
seguidamente un enorme bulto negro pasa rozándonos el brazo. Miro hacia abajo y
veo al hombre del pasillo que me dedica una última mirada antes de desaparecer
a la carrera por el camino que lleva al monte. Del portal sale Gamma tras él,
seguido de Zeta.
-¿Estáis bien?-se escucha la voz de Beta
mientras Alfa me ayuda a meterme en su cuarto.
-Sí. ¿Tú?-pregunta Alfa
-Bien…
-López está herido, le ha mordido…- pero dudo
de esto último, era muy grande la herida para ser causada por una mandíbula
humana.
-Beta se encarga de todo.- me sienta en la
cama y mira mi pié que sangra cuantiosamente.- Tienes el cristal dentro.
Es un diferente Alfa, uno más atento y
gentil, uno que se arrodilla y toma mi pie con cuidado, como lo haría el
príncipe de la Cenicienta, uno que con delicadeza extrae el cristal y cura la
herida, uno que me venda y sonríe al terminar.
-Te he vuelto a importunar otra vez.- levanta
los ojos interesado. Entonces reparo que no está Orfibia.- ¿Dónde está tu
novia?
-Orfibia se fue hace horas.- me tendió un
vaso de agua que vacié al instante.
-¿Y los gemidos, y golpes en la pared?- Alfa
levanta una ceja interesado.- Verás… pensé que era una pelea y pegué la oreja
al suelo por si necesitabas ayuda.
-Ja, ja, ja… -tiene una risa contagiosa.-
Estaba viendo la televisión mientras hago ejercicios.- y me señala una barra
colgada en el marco de la puerta.- La de las peleas eres tú.
-No le hemos atrapado.- nos interrumpe Zeta,
que entra en la habitación seguido por Gamma.
-¿Quién era?-pregunto desconcertada ante la
rapidez de su regreso.
-Sin duda un ladrón.- contesta Alfa.
-Sabía mi nombre, juraría que me llamó.- me
froto mi planta del pié dolorida.
-Esta noche dormirás en mi casa. Mandaremos
arreglar la ventana y a partir de hoy se bajan todas las persianas antes de ir
a la cama.- salió seguido por sus amigos y yo me acosté en la cama, estaba
cansada en lugar de asustada o nerviosa, me pesaban los parpados y la visión se
emborronaba.
-Mañana no me digáis que todo esto fue una
pesadilla… no va a colar.- y me sumergí en un profundo sueño, sin bosques ni
lobos ni hombres con palos ni armas.