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Capítulo 12




Por una vez en nuestra corta relación, López ha obedecido en todo, le he dejado en casa y voy en busca de una parada del autobús que el guarda de seguridad me ha indicado no con mucho entusiasmo y después de preguntarme si está todo en orden. Por orden no sé a qué se refiere, dejo la cama sin hacer y la taza del desayuno sin lavar, pero mi pulgoso está feliz en su colchoneta tras un cuantioso desayuno y un paseo relajante. Hasta aquí podíamos decir que es un día muy parecido a los míos de antaño, quitando a López, por supuesto, pero me voy de casa sin recoger mi cuarto ni ordenar la cocina, ja, ja, ja. Iba riéndome de mi niñería cuando se para un deportivo blanco a mi lado que baja la ventanilla, me agachó solicita para indicarle dónde se va a ninguna parte porque no tengo repajolera idea de calles ni avenidas. Mi sorpresa me deja sin palabras cuando al volante no hay ninguna damisela perdida buscando una calle recóndita, es la tal Orfibia la novia de Alfa.
-¿Te llevo a algún sitio? Seguro que voy en esa dirección.- todos los caminos van a Roma, pensé yo mientras subía sin preguntarme más nada, podía ser una psicópata o una tarada rodeado de tarados porque mis vecinos eran todo menos gente normal.
-Iba a la facultad de Historia pero puedes dejarme en la parada del autobús que me han dicho que está más abajo.- ella pareció dudar.
-Está en la Ciudad Universitaria, me pilla de paso vivo por Arguelles.- pero no tenía todas con ella, como si dudase de algo.- Sí, sin problema te llevo. ¿Llevas poco tiempo en la urbanización?
-Unos días.- no tenía de qué hablar. No me atrevía a mirarla, llevaba una falda tan corta que sentada al volante veía el encaje de su braguita y me daba vergüenza porque cada vez que lo intentaba, los ojos se me iban como flechas.
-¿Conoces ya a todos?- el móvil suena por los altavoces del coche y ella vacila en contestar pero al final lo hace.
-¿Qué coño te crees que haces?-la voz inconfundible de Alfa.
-Nada que no harías tú.- dice ella tamborileando los dedos sobre el volante.
-Déjala donde la has encontrado y que baje andando a la parada del autobús.
-Vivo al lado de su destino. Conmigo va segura.
-También con una serpiente de cascabel alrededor del cuello y no se la hemos colocado.-la miro con los ojos como platos mientras ella me hace un movimiento con la mano quitando importancia al diálogo.
-Querido esta conversación no tiene sentido. ¡Ciao!- cuelga y yo me quedo pensando que me parece que Alfa no es de los que admite un “no” como respuesta y menos que le cuelguen.- Por dónde íbamos,  ¿Conoces ya a todos?
-No sé cuántos son todos, sólo mantengo conversaciones con cuatro y dos más los vi en el monte un día pero no fuimos presentados.
-Los dos que viste en el monte no son de la urbanización…- comprendí al segundo el error que yo había provocado con mi escueta explicación pero de allí podía sacar algo de compresión.- …hace tiempo él formó parte de los amigos de Alfa, pero ya conoces a los tíos y más estos que están llenos de testosterona. –yo asentía – Siento mucho lo que le sucedió a tú hermano, era un buen tipo. Lo malo es que cuando te metes en este mundillo tienes que saber a lo que te arriesgas, aunque siendo justos, nadie pidió pertenecer a él.
-Eso es cierto.- tenía que darla cuerda.
-Aunque lo de Mike es mucho peor, no es fácil conseguir una pareja que…
Una moto con dos imbéciles se pone delante de nosotras y nos obliga a frenar en seco. El copiloto baja de ella y se quita el casco. Es Zeta y me quedo petrificada cuando se acerca con paso decidido hacia nosotros, abre la puerta de Orfibia  y la obliga a bajar.
-Toma mi casco. Más tarde te acercaremos el coche.- me saluda ella con una leve sonrisa antes de desaparecer y en su lugar se sienta Zeta que resopla descontento.
Ambos la miramos caminar sensualmente hacía la moto mientras se va colocando el casco. No duda en remangarse la falda tanto que le veo las braguitas de medio culo para subirse a la moto sin importarle ni un ápice su trasero al aire. La moto arranca marcando rueda y gira para regresar por donde vino.
-¿Qué ha pasado?-interrogo desconcertada a un Zeta que tiene la orden de no hablarme de nada ni de mirarme siquiera. Lo digo porque no me contestó ni a esa ni a ninguna de mis doscientas preguntas que la siguieron.
Me llevó hasta la puerta misma de la facultad y me esperó allí hasta que dejé de dar vueltas familiarizándome con el entorno. Hablé con otros estudiantes que me informaron a grandes rasgos de las costumbres y de los lugares importantes como la cafetería y la biblioteca. Y una vez saciada mi curiosidad y enviadas mis doce fotos posando ante un edificio ruinoso y feo a mis amigas de facebook, regresé al coche. Y a casa sin mediar palabra.
Salía por la puerta de emergencia del garaje que da acceso a las escaleras, rumiando mi enfado, cuando me choqué de bruces con Alfa y su novia cabizbaja.
-¿Podrías darme el listado de las normas de la urbanización, lo que puedo hacer, decir e incluso con quién puedo o no hablar o subirme a un coche? En una palabra, darme una explicación de lo que está pasando. ¿Soy prisionera o invitada?-estaba demasiado enfadada con todo el mundo. Me quedé callada un rato y decidí marcharme cuando recibí una callada por respuesta.- ¡Vete a la mierda, gilipollas!
-Zeta acompáñala.-ordenó Alfa.
-No hace falta que mandes a tu perrito faldero, sé subir yo sola las escaleras y encontrar el piso de Mike.-enfadada era poco, ardía en llamas por dentro, unas ganas de repartir guantadas a diestro y siniestro que para que contar. Zeta subía tras de mí en silencio.
Abrí la puerta sin mirar a Zeta que esperaba apoyado en la barandilla de las escaleras, estaba claro que en cuanto cerrase la puerta tras de mí correría a contarle a su dueño lo dócil que había sido. Pues estaba decidida a empezar una guerra sucia si no me daban más respuestas que una callada.
Mi portazo retumbó sobresaltando a López que descansaba tumbado en el sofá, me miró desafiante y yo le mostré los dientes, me importaba una mierda si llenaba de pelos toda la casa.
-¡Me voy!- le grité desde el pasillo.- Voy a preparar mi maleta y a poner kilómetros por medio entre está panda de tarados y mi persona. Ni mi madre ni mi hermano me tenían bajo tanta presión, siento en la nuca unos ojos clavados que empiezan a afectarme a mi naturaleza tranquila y perezosa. Apenas duermo y estoy todo el día con los nervios agarrotados en el estómago, esto no es sano.
López sentado en el límite que marcaba la puerta, miraba con interés el trasiego de ropa de los cajones a mi vieja maleta. Todo apretado y todo amontonado, quería desaparecer de allí cuanto antes. Sonó mi móvil y dudé en si merecía la pena dejar mi huida por contestar una llamada. Miré la pantalla y era Marta.
-¡Hola! ¡Hola! ¿Qué tal estás? Estamos todas juntas en la cafetería de Daniela.- se escuchó un “¡hola!” unisonó de todas ellas.- Estamos comiendo palmeras recién hechas y nos hemos acordado de ti.
-Que guarras llamáis para dar envidia.-me tiré sobre la cama evocando el sabor de las palmeras recién salidas del horno y no pude evitar saliva como López.
-¿Qué haces? ¿Sigues en la facultad?-odio el manos libre, se oye fatal y distorsiona las voces, seguía hablando con Marta pero se oían las voces de todas atropelladas por preguntar algo.
-Hago la maleta, me voy de aquí. Esta gente está tarada…- y las relaté todo lo sucedido.
-¿Estas tan buenos como dices?-me interrogó Daniela que fue sermoneada por Sara por preguntar memeces.- ¡Oye que a lo mejor solo es para ponernos los dientes largos!
-Pues vete y cuanto antes…- Laura era de las que siempre pensaba que no merecía la pena el esfuerzo si conlleva sudor o lágrimas.
-Lígate a uno y mandas otros tantos para acá… No soy boba.- se enfurruñó Daniela con algún comentario de Sara hacía su persona.
-Adelis piensa un poco, dónde puedes ir. Tu piso está alquilado, no tienes dinero para vivir por tu cuenta y nosotras aunque estaríamos encantadas de recibirte en nuestras casas, eso no es solución, es un parche…
-Pues Sara, es el mismo parche que irse a la casa de Mike.- puntualizó Paula.
-Sí y no. Mike le ofrece un futuro, ¿nosotras?- se hizo el silencio.- Un hombro donde llorar cuando las cosas empiecen a ir de pena. Ponte en el lugar de ese chico, Mike se marcha de viaje y le pide que te cuide. Le ha caído un marrón. En pocos días te has torcido un tobillo, perdido por el monte, golpeado dos veces en la frente. Me puedo poner en tu pellejo y conociéndote como te conozco iras con cara de pena y miedo a partes iguales. Te has montado una película en tu cabeza y no dudas en repartir papeles a todos ellos, el malo, el peor y el malvado.
-Supongo que es cierto, estoy exagerando las cosas.- intentaba empatizar con Alfa. Solo busca protegerme, pero incluso diciéndolo para mis adentros, me rechinaban los dientes.- No tengo dónde ir ni qué hacer con mis huesos.
-Pues hasta que no haya un plan mejor, quédate. Cuando llegue Mike las cosas serán diferentes, ya lo verás.-Sara era serenidad y cordura.
-Supongo que es lo más sensato.- observé mi maleta abultada.- Pero Mike tardará muchas semanas en venir.
-Sin pensar y a bote pronto, ¿por qué no vamos en Semana Santa y pasamos unos días contigo?- Laura era la espontánea del grupo.
-Hay que pensarlo…-añadió Sara pero su cabeza ya estaba encauzando la idea.
-Una semana en una urbanización de lujo con tíos buenos…- Daniela estaba encantada con la idea.- ¡Me apunto!
Y a los pocos minutos colgué con el ánimo restablecido y con la mente puesta en la visita de mis amigas, no iba a decir a nadie nada de nuestras supervacaciones a costa de Mike, ni al susodicho ni a sus amigos, me temía que me iban a cortar el rollo antes de empezar.
Y mientras deshacía de nuevo la maleta, pensaba en dar una disculpa por mucho que me doliese el orgullo, Alfa era un capullo.

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