Por una vez en nuestra corta relación, López
ha obedecido en todo, le he dejado en casa y voy en busca de una parada del
autobús que el guarda de seguridad me ha indicado no con mucho entusiasmo y
después de preguntarme si está todo en orden. Por orden no sé a qué se refiere,
dejo la cama sin hacer y la taza del desayuno sin lavar, pero mi pulgoso está
feliz en su colchoneta tras un cuantioso desayuno y un paseo relajante. Hasta
aquí podíamos decir que es un día muy parecido a los míos de antaño, quitando a
López, por supuesto, pero me voy de casa sin recoger mi cuarto ni ordenar la
cocina, ja, ja, ja. Iba riéndome de mi niñería cuando se para un deportivo
blanco a mi lado que baja la ventanilla, me agachó solicita para indicarle
dónde se va a ninguna parte porque no tengo repajolera idea de calles ni
avenidas. Mi sorpresa me deja sin palabras cuando al volante no hay ninguna
damisela perdida buscando una calle recóndita, es la tal Orfibia la novia de
Alfa.
-¿Te llevo a algún sitio? Seguro que voy en
esa dirección.- todos los caminos van a Roma, pensé yo mientras subía sin
preguntarme más nada, podía ser una psicópata o una tarada rodeado de tarados
porque mis vecinos eran todo menos gente normal.
-Iba a la facultad de Historia pero puedes
dejarme en la parada del autobús que me han dicho que está más abajo.- ella
pareció dudar.
-Está en la Ciudad Universitaria, me pilla de
paso vivo por Arguelles.- pero no tenía todas con ella, como si dudase de
algo.- Sí, sin problema te llevo. ¿Llevas poco tiempo en la urbanización?
-Unos días.- no tenía de qué hablar. No me
atrevía a mirarla, llevaba una falda tan corta que sentada al volante veía el
encaje de su braguita y me daba vergüenza porque cada vez que lo intentaba, los
ojos se me iban como flechas.
-¿Conoces ya a todos?- el móvil suena por los
altavoces del coche y ella vacila en contestar pero al final lo hace.
-¿Qué coño te crees que haces?-la voz
inconfundible de Alfa.
-Nada que no harías tú.- dice ella
tamborileando los dedos sobre el volante.
-Déjala donde la has encontrado y que baje
andando a la parada del autobús.
-Vivo al lado de su destino. Conmigo va
segura.
-También con una serpiente de cascabel
alrededor del cuello y no se la hemos colocado.-la miro con los ojos como
platos mientras ella me hace un movimiento con la mano quitando importancia al diálogo.
-Querido esta conversación no tiene sentido.
¡Ciao!- cuelga y yo me quedo pensando que me parece que Alfa no es de los que admite
un “no” como respuesta y menos que le cuelguen.- Por dónde íbamos, ¿Conoces ya a todos?
-No sé cuántos son todos, sólo mantengo
conversaciones con cuatro y dos más los vi en el monte un día pero no fuimos
presentados.
-Los dos que viste en el monte no son de la
urbanización…- comprendí al segundo el error que yo había provocado con mi
escueta explicación pero de allí podía sacar algo de compresión.- …hace tiempo
él formó parte de los amigos de Alfa, pero ya conoces a los tíos y más estos
que están llenos de testosterona. –yo asentía – Siento mucho lo que le sucedió
a tú hermano, era un buen tipo. Lo malo es que cuando te metes en este mundillo
tienes que saber a lo que te arriesgas, aunque siendo justos, nadie pidió
pertenecer a él.
-Eso es cierto.- tenía que darla cuerda.
-Aunque lo de Mike es mucho peor, no es fácil
conseguir una pareja que…
Una moto con dos imbéciles se pone delante de
nosotras y nos obliga a frenar en seco. El copiloto baja de ella y se quita el
casco. Es Zeta y me quedo petrificada cuando se acerca con paso decidido hacia
nosotros, abre la puerta de Orfibia y la
obliga a bajar.
-Toma mi casco. Más tarde te acercaremos el
coche.- me saluda ella con una leve sonrisa antes de desaparecer y en su lugar
se sienta Zeta que resopla descontento.
Ambos la miramos caminar sensualmente hacía
la moto mientras se va colocando el casco. No duda en remangarse la falda tanto
que le veo las braguitas de medio culo para subirse a la moto sin importarle ni
un ápice su trasero al aire. La moto arranca marcando rueda y gira para
regresar por donde vino.
-¿Qué ha pasado?-interrogo desconcertada a un
Zeta que tiene la orden de no hablarme de nada ni de mirarme siquiera. Lo digo
porque no me contestó ni a esa ni a ninguna de mis doscientas preguntas que la
siguieron.
Me llevó hasta la puerta misma de la facultad
y me esperó allí hasta que dejé de dar vueltas familiarizándome con el entorno.
Hablé con otros estudiantes que me informaron a grandes rasgos de las
costumbres y de los lugares importantes como la cafetería y la biblioteca. Y
una vez saciada mi curiosidad y enviadas mis doce fotos posando ante un
edificio ruinoso y feo a mis amigas de facebook, regresé al coche. Y a casa sin
mediar palabra.
Salía por la puerta de emergencia del garaje que
da acceso a las escaleras, rumiando mi enfado, cuando me choqué de bruces con
Alfa y su novia cabizbaja.
-¿Podrías darme el listado de las normas de
la urbanización, lo que puedo hacer, decir e incluso con quién puedo o no
hablar o subirme a un coche? En una palabra, darme una explicación de lo que
está pasando. ¿Soy prisionera o invitada?-estaba demasiado enfadada con todo el
mundo. Me quedé callada un rato y decidí marcharme cuando recibí una callada
por respuesta.- ¡Vete a la mierda, gilipollas!
-Zeta acompáñala.-ordenó Alfa.
-No hace falta que mandes a tu perrito
faldero, sé subir yo sola las escaleras y encontrar el piso de Mike.-enfadada
era poco, ardía en llamas por dentro, unas ganas de repartir guantadas a
diestro y siniestro que para que contar. Zeta subía tras de mí en silencio.
Abrí la puerta sin mirar a Zeta que esperaba
apoyado en la barandilla de las escaleras, estaba claro que en cuanto cerrase
la puerta tras de mí correría a contarle a su dueño lo dócil que había sido.
Pues estaba decidida a empezar una guerra sucia si no me daban más respuestas
que una callada.
Mi portazo retumbó sobresaltando a López que
descansaba tumbado en el sofá, me miró desafiante y yo le mostré los dientes,
me importaba una mierda si llenaba de pelos toda la casa.
-¡Me voy!- le grité desde el pasillo.- Voy a
preparar mi maleta y a poner kilómetros por medio entre está panda de tarados y
mi persona. Ni mi madre ni mi hermano me tenían bajo tanta presión, siento en
la nuca unos ojos clavados que empiezan a afectarme a mi naturaleza tranquila y
perezosa. Apenas duermo y estoy todo el día con los nervios agarrotados en el
estómago, esto no es sano.
López sentado en el límite que marcaba la
puerta, miraba con interés el trasiego de ropa de los cajones a mi vieja
maleta. Todo apretado y todo amontonado, quería desaparecer de allí cuanto
antes. Sonó mi móvil y dudé en si merecía la pena dejar mi huida por contestar
una llamada. Miré la pantalla y era Marta.
-¡Hola! ¡Hola! ¿Qué tal estás? Estamos todas
juntas en la cafetería de Daniela.- se escuchó un “¡hola!” unisonó de todas
ellas.- Estamos comiendo palmeras recién hechas y nos hemos acordado de ti.
-Que guarras llamáis para dar envidia.-me
tiré sobre la cama evocando el sabor de las palmeras recién salidas del horno y
no pude evitar saliva como López.
-¿Qué haces? ¿Sigues en la facultad?-odio el
manos libre, se oye fatal y distorsiona las voces, seguía hablando con Marta
pero se oían las voces de todas atropelladas por preguntar algo.
-Hago la maleta, me voy de aquí. Esta gente
está tarada…- y las relaté todo lo sucedido.
-¿Estas tan buenos como dices?-me interrogó
Daniela que fue sermoneada por Sara por preguntar memeces.- ¡Oye que a lo mejor
solo es para ponernos los dientes largos!
-Pues vete y cuanto antes…- Laura era de las
que siempre pensaba que no merecía la pena el esfuerzo si conlleva sudor o
lágrimas.
-Lígate a uno y mandas otros tantos para acá…
No soy boba.- se enfurruñó Daniela con algún comentario de Sara hacía su
persona.
-Adelis piensa un poco, dónde puedes ir. Tu
piso está alquilado, no tienes dinero para vivir por tu cuenta y nosotras
aunque estaríamos encantadas de recibirte en nuestras casas, eso no es
solución, es un parche…
-Pues Sara, es el mismo parche que irse a la
casa de Mike.- puntualizó Paula.
-Sí y no. Mike le ofrece un futuro,
¿nosotras?- se hizo el silencio.- Un hombro donde llorar cuando las cosas
empiecen a ir de pena. Ponte en el lugar de ese chico, Mike se marcha de viaje
y le pide que te cuide. Le ha caído un marrón. En pocos días te has torcido un
tobillo, perdido por el monte, golpeado dos veces en la frente. Me puedo poner
en tu pellejo y conociéndote como te conozco iras con cara de pena y miedo a
partes iguales. Te has montado una película en tu cabeza y no dudas en repartir
papeles a todos ellos, el malo, el peor y el malvado.
-Supongo que es cierto, estoy exagerando las
cosas.- intentaba empatizar con Alfa. Solo busca protegerme, pero incluso
diciéndolo para mis adentros, me rechinaban los dientes.- No tengo dónde ir ni
qué hacer con mis huesos.
-Pues hasta que no haya un plan mejor,
quédate. Cuando llegue Mike las cosas serán diferentes, ya lo verás.-Sara era
serenidad y cordura.
-Supongo que es lo más sensato.- observé mi
maleta abultada.- Pero Mike tardará muchas semanas en venir.
-Sin pensar y a bote pronto, ¿por qué no
vamos en Semana Santa y pasamos unos días contigo?- Laura era la espontánea del
grupo.
-Hay que pensarlo…-añadió Sara pero su cabeza
ya estaba encauzando la idea.
-Una semana en una urbanización de lujo con
tíos buenos…- Daniela estaba encantada con la idea.- ¡Me apunto!
Y a los pocos minutos colgué con el ánimo
restablecido y con la mente puesta en la visita de mis amigas, no iba a decir a
nadie nada de nuestras supervacaciones a costa de Mike, ni al susodicho ni a
sus amigos, me temía que me iban a cortar el rollo antes de empezar.
Y mientras deshacía de nuevo la maleta,
pensaba en dar una disculpa por mucho que me doliese el orgullo, Alfa era un
capullo.