Ir al contenido principal

Capítulo 10




Duermo como un ceporro desde que estoy aquí. Mi madre me implantó un ritual que funciona a las mil maravillas, vasito de leche templada y un buen libro antes de dormir aunque las novelas de Mike son algo perturbadoras, no es que tenga mala literatura pero estoy algo asombrada de la versión de los clásicos que disponen sus estantes. Anoche antes de quedarme dormida sobre la verdadera historia de Rapunzel tuve que darme una ducha de agua casi tirando a fría, el vaso de leche tibia se quedó olvidado sobre la mesilla; y son las tres de la madrugada y me he despertado sofocada, siempre el mismo sueño, yo corro y lobos corren. No puedo evitar echar fugaces vistazos a esta novela de varios rombos. En mi página del facebook he contado la reveladora historia de una chica con larga melena rubia que un día se encontró en el bosque con un apuesto rey montando un hermoso corcel blanco. Eran tan deslumbrantes la corona con sus piedras preciosas y la labia del apuesto mozo que la jovencísima virgen Rapunzel no pudo evitar entregarse a él tras un paseo a caballo por el bosque. Pero a la mañana siguiente cuando la hermosa joven salió en busca del rey para retozar un par de horas más, ya que aquello le había gustado más que al oso la miel, se encontró con la figura severa de su amada esposa, es decir, la reina. Ésta con engaños convenció a la joven de que el apuesto rey la esperaba en lo más alto de la torre del castillo y allá marchó feliz la criatura soñando con un nuevo restregón y una noche de locuras. Pero en lo alto de la torre no había nadie esperándola; la puerta se cerró tras ella y allí quedó sola. La joven descubrió que las noches se hacían largas y ella anhelaba las manos del rey sobre su blanca y fina piel; el calor de la pasión no se sosegaba ni de día ni de noche y ella soñaba despierta con las manos y los labios de su amado amante. Pasaba las noches acariciándose desnuda y soñando con el rostro del hermoso rey, y fueron cayendo las noches con sus días al mismo ritmo que las hojas de los árboles.
Pasaron los años encerrada en la torre sin que nadie se acordara de ella, sin que el rey fuera a rescatarla ni la reina a liberarla. Un día llorando su cautiverio durante horas en la ventana, un apuesto príncipe, hijo del famoso rey con corcel blanco, se atrevió a subir a la alta torre a salvar a la doncella. Quedó prendado de su belleza y ella que soñaba con las caricias y los besos de un hombre, no pudo por menos que agradecerle tan ardua tarea de trepar por la torre agarrado a su larga trenza, con una serie de arrumacos y posturas complicadas. Una semana estuvieron encerrados, hasta que el joven decidió presentarla en la corte como su prometida.
En esto estaba cuando escucho fuertes golpes en la calle, son de pelea, algo de barullo. Me levantó sigilosa y me dirijo a mirar por la mirilla. Los ronquidos de López se oyen desde la distancia, está espatarrado en el salón corriendo o algo por el estilo, sus patas no dejan de moverse. La puerta de Zeta se cierra de golpe y salé a la carrera. De puntillas corro y miró, veo desaparecer escaleras abajo a Gamma y Beta, que van saltando los escalones de cuatro en cuatro. Se escucha mucha agitación y nerviosismo. Mi cabeza me dice que me vuelva a meter en la cama y me lea de nuevo la versión menos infantil de Rapunzel que ha caído en mis manos. Pero no puedo evitar la curiosidad de saber que está sucediendo, se escuchan carreras y gritos incomprensibles. Me calzó unas botas y me echo sobre los hombros la gabardina y salgo a la carrera. 
En el portal me detuve y miré a ambos lados, no quería cruzarme con nadie, solo deseaba espirar un rato, saber a qué se debía tanto alboroto. Si en aquel momento me hubiesen pinchado con un alfiler en el brazo, ni una gota de sangre habría asomado, me quedé helada. Fuera unos veintitantos chicos con el torso desnudo saltaban de un lado a otro gritando y aullando como lobos, exacto, imitando a los lobos. Estos chicos tendrían mi edad aproximadamente, alguno algo menos. Me acuclillé para no ser vista y espié cada salto y cada extraño movimiento, parecían drogados. Se movían en grupos por todo el recinto y en cada uno de estos grupos un amigo de Mike parecía llevar la voz cantante.  Alguien puede pensar que se trataba de una coreografía de baile, pero había algo más que raros movimientos, o complicados pasos de ballet. Era algo muy masculino y violento, no quiero decir que el baile sea para mujeres o gais, aquello era como un ritual de iniciación. En un momento dado chicos de distintos grupos chocaron sus pechos en el aire y se agarraron por el cuello saltando y gritando. No era nada agradable ver aquello, con cada minuto que el reloj marcaba, todo era más agresivo y violento. Hasta que se desató el infierno y todos empezaron a darse de puñetazos y mordiscos, patadas y golpes con codos y antebrazos, se escuchaban los gritos y los huesos quebrándose. ¡Señor! Me apreté todo lo que pude contra la pared, al amparo de la oscuridad. Recé para que se disolviera la pelea que se inició ante las puertas de mi portal para poder subir a esconderme bajo el edredón, como me había dictado mi buen juicio que eliminé con un manotazo de mi mano.
 Los gruñidos y los gritos eran cada vez mayores, los dos muchachos que se golpeaban sin piedad casi a mis pies, sólo me protegía la fina puerta de cristal, sangraban por la boca y los oídos, tenían mordiscos marcados en brazos y cuello y su melena sudorosa se pegaba a un rostro realmente hermoso con una expresión animal; no comprendía tanta brutalidad pero lejos de salir de mi asombro quedé petrificada cuando escuché la voz de Alfa, animándoles a continuar y a no bajar la guardia. Durante cinco minutos que se me antojaron horas, escuché los gruñidos, los gritos y aullidos de dolor, no me atrevía a asomar ni el flequillo por miedo a ser pillada en mi escondrijo. En un segundo se hizo el silencio y alguien sin aliento pedía piedad y suplicaba que no le golpeasen más. Di gracias porque todo aquello llegase a su fin cuando escuché los pasos de unas botas acercarse marcando tacón. La voz de Alfa era inconfundible fuerte y arrogante, segura y dominante; le exigió que alzase la voz para que todos escuchasen sus suplicas, el muchacho repitió su lastimera imploración. Se paró el tiempo. Todos los sonidos del mundo cesaron, mi confianza aumento cuando los segundos fueron pasando y no se escuchaba ni el murmullo del viento y me decidí asomar mi nariz respingona por la esquina del cristal para ver que estaba sucediendo. Se me había olvidado que debía escapar escaleras arriba y ocultare bajo mi edredón, quería saber que sucedía ahí fuera.
El muchacho está postrado de rodillas con la cabeza caída sobre el pecho observado por todos sus amigos, compañeros o vecinos, no tengo todavía muy claro donde estoy metida. Alfa está ante él mirándole con el ceño fruncido y un gesto de desprecio dibujado en los labios, levanta los brazos en cruz y todos gritaron a la vez. Cubrí mis oídos y me refugié de nuevo en la oscuridad, esperando que aquel sonido penetrante que hacía vibrar los cristales de las puertas cesara. Y lo hizo y con la misma curiosidad que mató al gato, me asomo para ver en que queda toda aquella muestra de violencia gratuita. Y lo hago en el preciso momento que Alfa coge del cuello al pobre muchacho con una mano y lo zarandea cual pelele de tela, lo termina sosteniendo en el aire con el brazo totalmente extendido. No soy consciente hasta pasado un momento que aquello requiere de una fuerza sobre humana porque estoy absorta en las palabras que acaba de pronunciar: “No eres digno de estar en mi manada”. Lo arroja por los aires y el muchacho sale huyendo camino del monte. Le sigo con la mirada hasta que desaparece, incluso aguardo unos segundos allí por donde se pierde para poner en orden todo lo que acabo de ver. Pero es entonces cuanto siento la mirada profunda de alguien clavada en mis sienes y cuando me giro despacio, tengo los ojos de Alfa de un oscuro aterrador a menos de un palmo de distancia, lo único que me protege de ser zarandeada y arrojado por los aires es una puerta de fino cristal que se balancea con el viento y se abre con un leve empujón. Tengo tanto miedo que mis piernas no me obedecen cuando las ordeno que corran. La puerta se abre lentamente bajo la presión de Alfa que entra despacio sin dejar de clavar sus ojos en mis pupilas, con los movimientos del león, cautos y sigilosos para evitar que la presa sienta miedo y escape. Mi corazón se acelera, dudo mucho que no oiga cada latido y cada respiración angustiosa, pero él parece indiferente al miedo que me genera su presencia cercana. Cincuenta centímetros de aire es lo único que nos separa y entonces todas esas órdenes atropelladas que he lanzado a mis extremidades cobran sentido pero se ejecutan a la vez, me giro violentamente y corro, mas no lo hago hacía la libertad sino contra la pared oscura. El golpe sordo de mi cabeza contra el mármol frío retumba por toda la casa, voces a mi espalda que no tienen sentido y fuertes manos que me cogen por los hombros, son lo último que siento antes de verme a mi misma caer a un pozo oscuro donde la luz se va alejando hasta convertirse en un pequeño punto que desaparece. Y entonces me duermo.

Entradas populares de este blog

El otro hijo

TIBIO TÉMPANO DE NUESTRA CALIDEZ.

Con esta novela me sucedió como con otro escritor que voy leyendo a cachitos, porque son amantes de los diálogos monologuistas, largos y con pocos puntos y aparte. Qué ocurre con esto, pues que se trasforman en páginas y páginas en el eBook, agota la vista y distrae. Empecé leyéndola en el móvil porque me quedé sin luz en mi eBook, pero era muy largo los textos, se hacía pesado, lo dejé por cansancio ocular, ahora sigo las órdenes tajantes de mi familia y amigos, << ¡Cuídate la vista!>>. Llegué a casa y la descargué en el libro electrónico, pero tengo una costumbre, la primera imagen que público es cuando comienzo la lectura, no repito la foto, por eso la imagen no encaja con mi habitual protector florido tan característico en mí. Me enganchó mucho ese primer discurso que nos narra el escritor en boca de Moreno Cabello, que no le gusta nada los medios y se nos presenta como una mujer ruda, profesional y solitaria. Es cierto que la perseverancia de esta investigad...

La quinta víctima